Tomás Ganboa recordaba que a Arruazu se le llamaba Tierra Santa porque siempre estaban tocando las campanas. Ayer volvieron a repicar en su honor con motivo de la Exhibición de Repique de Campanas que lleva su nombre, una cita con vocación de continuidad organizada por la Asociación de Campaneros de Navarra-Nafarroako Eskilazainak en recuerdo de los concursos de repiques que se celebraron en los pueblos Sakana en la segunda mitad del pasado siglo. En la mayoría ganó este arruazuarra de 82 años. “Es un referente. Tiene muy buen sentido del ritmo y es muy creativo, una persona con mucho interés. Ha tocado durante muchos años y para nosotros es un ejemplo. Por ello, se le nombró presidente de honor de la asociación y también hemos querido que esta exhibición tome su nombre”, contaba Joaquín Corcuera, de la junta directiva.

Los repicadores que participaron ayer con Tomás Ganboa. Nerea Mazkiaran

Participaron nueve campaneros: Miguel Ágel Irurtzun, de Ihabar; Max Spinu y Ángel Herrero, de Olazti; Martín Senar, de Lizarraga; Miguel Bañales, de Artajona; Gorka Madinabeitia, de Aretxabaleta; Joaquín Miguel Mayo, de Pamplona; Juanjo Calvo, de Ziordia y Manuel Gorriti, de Uharte Arakil además de Aitor Satrustegi, de Arruazu, encargado de dar el repique de bienvenida. Cada uno ofreció dos repiques de dos minutos cada uno, algunos conocidos y otros inventados, como toques de fuego, llamadas a misa o molineras , entre otros.

“Nunca me tocó tocar a fuego”, apuntó Tomás Ganboa, campanero de Arruazu durante seis décadas, hasta que un ictus le obligó hace seis años a dejarlo. Hijo de sacristán, comenzó a tocar con 18 años y pronto ganó su primer concurso, en 1968 en Ihabar. Su legado se recogió en el documental El último repique, realizado en 2017 por encargo del Ayuntamiento para salvaguardar esta tradición y que se pudo ver ayer.

El Ayuntamiento de Arruazu homenajeó a su campanero.

El Ayuntamiento de Arruazu homenajeó a su campanero. Nerea Mazkiaran

PATRIMONIO CULTURAL

La Unesco declaró el pasado año el toque manual de campana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un lenguaje sonoro que se ha mantenido a lo largo de los siglos como un medio de comunicación comunitario. Con un amplio repertorio de formas y técnicas, tanto en el ámbito religioso como en el civil, los toques de campana han regulado diferentes aspectos de la vida festiva, ritual, laboral y cotidiana. “Acompañan en los momentos festivos y en los dolorosos, sobre todo cuando están tocadas a mano, con alma, sin la exactitud mecánica y fría de la electrificación”, observó Corcuera. Si bien esta práctica no vive su mejor momento, siguen incorporándose jóvenes “pocos pero con las ganas suficientes de que la tradición no se pierda”, apuntó . Prueba de ello era Max Spinu, un chaval de 13 años de Olazti nacido en Moldavia que lleva 4 de campanero.

El próximo 3 de noviembre se presentará en el edificio Los Olivos de la UPNA el trabajo de recopilación de toques manuales que está haciendo la asociación en colaboración con la cátedra de Patrimonio Inmaterial.