La pizzeria El Dolmen de Faulo, en Bigüezal (Romanzado) cerrará sus puertas este domingo después de atender y servir las últimas comidas al cabo de nueve años de su apertura. La noticia saltó a las redes hace unos días, después de que su promotor, Rodrigo Barricart se lo comunicara a su clientela. Ha impactado en la zona. Asegura emocionado: “he recibido más de 600 mensajes, algunos muy bellos, que lamentan la pérdida”.

Barricart abrió El Dolmen de Faulo con su mujer Raffaella Pezzoli, en octubre de 2015 como una apuesta de la auténtica pizza italiana en un pueblo de a penas 40 habitantes. . El anuncio de la despedida incluía su disposición para enseñar la elaboración de sus pizzas a quien estuviera interesado en abrir con la marca “modelo de éxito” en su localidad”. “Esto es lo que más me gustaría”, asegura Rodrigo; poder transmitir todo lo aprendido y la experiencia.

La apertura del Dolmen de Faulo fue una sorpresa en el valle de 188 habitantes (INE 2023) y por allí hanpasado en este tiempo vecinas y vecinos de los cercanos, Aoiz, Lumbier, Navascués… de la zona y de Pamplona; turistas de Italia, Madrid y de otros muchos lugares. La receta auténtica de la masa y sus recetas únicas se hicieron famosas rápidamente. El proceso artesanal de elaboración ha sido un referente con una amplia variedad de pizzas bañadas con caldos italianos y navarros y ricos postres que la han hecho única. Sin embargo, ha llegado la hora del cierre .

“Llevo tres meses valorándolo: hay que hacer un sacrificio muy grande para sacar adelante un proyecto en la Montaña, aunque el servicio a los demás ha sido muy grato. La demanda ha sido muy grande, pero hemos primado mantener la actividad artesana y la atención. Pero a nivel económico, no hay compensación. La enorme presión fiscal y burocrática es una gran traba”, critica Rodrigo Barricart. Queda por ver si se produce el relevo y dónde

REPORTAJE EN 2016

¿Quién puede montar un negocio en Bigüezal? ¿Quién va a subir hasta allí para comerse una pizza? En 2015, los vecinos de la zona se quedaron incrédulos al conocer que Rodrigo Barricart y Ángel Morato habían abierto un obrador de pizzas.

Para entender la sorpresa, hay que ubicar la pequeña localidad: Bigüezal está a 45,5 kilómetros de Pamplona, en la comarca de Lumbier, municipio de Romanzado. Se asoma en el alto donde acaban los cuatro kilómetros de carretera que la separan del cruce con la NA-178, en dirección a Navascués y Ochagavía.

Allí comenzó la aventura de Rodrigo Barricart y Ángel Morato, que bautizaron el establecimiento con el nombre de un monumento megalítico de la zona, El dolmen de Faulo, un obrador de auténtica pizza italiana con encanto, un pequeño comedor y bar familiar gestionado por ellos mismos.

La idea la importó Rodrigo desde su propia experiencia de vida en el norte de Italia, donde vivió entre los años 2001 y 2006, y de donde regresó con el proyecto en mente de instalar un horno de pizzas. “La ilusión del horno estaba ahí latente; cuando apareció Ángel Morato, nos asociamos y materializamos la idea”, aseguraba Rodrigo a DIARIO DE NOTICIAS en una entrevista en 2016.

Morato abandonó el proyecto y durante estos últimos ocho años Rodrigo ha gestionado el obrador con la ayuda de su compañera, la italiana, Raffaella Pezzoli, en la que radica el origen de esta historia.

Rodrigo llegó a Bigüezal en 1993 a trabajar en la construcción, ocupación a la que también se dedica. “Conocí el pueblo, me gustó mucho su paisaje, el horizonte y sus gentes”, recordaba.

Después adquiriría la casa, sede hoy de El dolmen de Faulo. Emprendedor nato, gestionó durante una década, en los noventa, una casa rural en Meoz, después se marchó a Italia, y fue a su regreso cuando tomó la decisión de montar el obrador en la planta baja de su casa de Bigüezal.

La gente me desanimaba, decían que era mejor hacerlo en Pamplona, que aquí no tenía futuro, pero yo estaba por este lugar, y por abaratar los costes de ese emprendimiento”, matizaba este descendiente de Lizarraga, en el cercano Izagaondoa.

Albañil, oficial de primera, trabajo que combina con labores forestales en el monte, Barricart se puso manos a la obra, también de forma artesanal, con ladrillos y adobes reciclados. “Teníamos la bajera, donde colocamos el horno. Si no conseguíamos sacarlo adelante, no perdíamos nada”, se planteó.

Finalizada la obra, Rodrigo comenzó a elaborar la pizza artesana que aprendió de la madre de Raffaella, Pezzoli, su compañera, que le siguió en la aventura en 2011.

Su oferta se basa fundamentalmente en dos tipos de pizza: de panadería (masa de pan) y de pizzería, pero siempre de elaboración artesanal. “La masa se hace aquí, en el momento, en el día, no tenemos nada congelado ni prefabricado”, explicaba.

Los ingredientes básicos proceden de Italia: harina, tomate (tiene menos agua y si no hay que filtrarlo), queso (mozzarela y grana), de buena calidad que todos los viernes recoge en una distribuidora de Pamplona. “El embutido lo compro en Lumbier y el resto, en Sangüesa o Pamplona”, añadía.

Sus pizzas artesanas se complementaban con repostería de elaboración propia con la que están en proceso de comercialización: pastas de avellana, de almendras, de limón con recetas secretas italianas, y también el producto local, como la torta de aceite que aprendió con ilusión del anciano panadero de Aspurz, ya jubilado, Vicente Zabalza.