Un pueblo entero baila alrededor de la hoguera. Y Miel Otxin se consume en el fuego purificador, una vez ajusticiado en el frontón. El zortziko de Lantz ante la figura en llamas de su famoso malhechor ha cerrado este martes el carnaval rural de la localidad, uno de los más icónicos y representativos de la Comunidad Foral, caracterizado por la riqueza de sus personajes y el alboroto general. Una cita ineludible en el calendario festivo de esta tierra.
La localidad se acicala en torno a La Posada, punto neurálgico del carnaval, lugar de encuentro y avituallamiento en el que destaca además la vocación de la vecindad por enseñar a los visitantes los entresijos de una fiesta en la que se involucra todo el pueblo. El sabayao guarda los secretos del carnaval y por ahí van desfilando sin cesar, en turnos y en orden, un sinfín de curiosos.
Las celebraciones comenzaron el domingo con el carnaval txiki y el debut de Mailaen Irurita, la primera mujer que encarnaba a Ziripot. Durante tres días los incombustibles txatxus a limpio grito y escobazo, un torpe Ziripot cargado de helechos, a veces de pie y otras veces en el suelo zarandeado por Zaldiko, quien a su vez suelta coces para librarse de los arotzak en su afán por herrar al animal, han transformado el lugar en un hervidero.
Miel Otxin, elemento central de los actos
Siempre con la figura de Miel Otxin como elemento central, gigante de paja según cuenta la leyenda muy amigo de lo ajeno, y al que invariablemente le llega su final después de danzar en volandas por el pueblo. Capturado y ajusticiado en la plaza, le costará todo un año asomar su sombrero de cucurucho e incordiar de nuevo. Vuelve la paz al tranquilo pueblo de Lantz.