Murillo el Fruto volvió a teñirse este sábado de verde picante con la segunda edición de la Fiesta de la Guindilla, un evento que ensalza el producto local en el calendario estival navarro. A pesar de que este año la cosecha ha sido menor –apenas 10-15 hectáreas frente a las 65 de años anteriores–, se sirvieron más de 200 pinchos de guindilla además de las elaboraciones del bar El Fruto, el bar de los jubilados y el bar de las piscinas. La degustación fue todo un éxito, como también lo fue la comida popular, con 107 comensales.

La vecina Julia Treviño cocinó las piparras fritas.

El programa combinó tradición, gastronomía y entretenimiento. La jornada comenzó con talleres participativos de eco-creaciones con la huerta, en la pista trasera del Ayuntamiento. Acto seguido, los y las vecinas participaron en el concurso de rabiosa y petanca, acto que la pasada edición quedó suspendido debido a las altas temperaturas. “Pese a que teníamos un guión bastante marcado, se nos han solapado algunos actos. Aun así, estando todos tan cerca, hemos podido compatibilizar todos los actos”, confiesa Diego Palacios, alcalde del municipio. Asimismo, se celebraron al mismo tiempo la exhibición de labores de labranza con bueyes y el show cooking del chef Vicente Ursúa, el cual iba acompañado de la charla de la nutricionista Sara San Juan.

Jóvenes, en el mercado tradicional de la plaza del Ayuntamiento.

Pese al viento, las actividades que giraban en torno a la guindilla verde vasca se desarrollaron con normalidad. Mientras los chorrotos y chorrotas disfrutaban de una degustación de guindilla de la tierra, el grupo de jotas de Beire y Pitillas amenizó la mañana al son de jotas del Ruiseñor Navarro, popularmente conocido como Raimundo Lanas, originario de Murillo el Fruto.

Murilleses, degustando los pintxos de guindilla.

Y es que, según el alcalde, los diferentes actos se han sacado adelante gracias al tejido social de Murillo, conformado por los jubilados, el grupo de mujeres, la apyma, la asociación juvenil y el Club Deportivo, además de todos los residentes implicados. Julia, la vecina encargada de freír las piparras, confesó tener el truco para que salgan como mejor: “Echarlas y quitarlas nada más cambien un poco el color. En casa les suelo hacer una rajica chiquitica en la cola, para que no salten”, explicó.