pamplona - Acababa de comprar el terreno para construir una nueva casa, en una región rural de Kenia, cuando una niña le preguntó por qué no edificaba un colegio. Le dijo que allí los niños tenían que andar mucho para ir a la escuela, que lo necesitaban, pero ella le contestó que para eso hacía falta mucho dinero, y no lo tenía. “Pero eres profesora, ¿no? -le recordó-. ¿Y crees en Dios?”. Respondió que sí. “Entonces ya sé lo que te pasa, es que no tienes fe”, le dijo la pequeña, antes de marchar corriendo.

Maria Chege, keniata afincada en Pamplona, su segunda casa, desde hace casi 40 años, recuerda aquél momento como el principio, la mecha con la que consiguió prender su sueño. Para ella la educación es algo innato, y desde entonces no ha hecho otra cosa que luchar para construir ese centro escolar, meta que compartió también con su madre, hasta que ha conseguido hacerla realidad.

Fue en 2006, en un momento en que Chege, profesora de inglés, volvía a Kenia para pasar unos meses y recuperar sus raíces. Lleva desde 1981 en Navarra y necesitaba volver a escuchar su idioma, encontrarse de nuevo con sus orígenes y su identidad, aunque nunca rompió con ellos. En 2007 esa escuela abrió sus puertas gracias a un proyecto personal que ha llevado a cabo con ahínco y tesón, pero para el que, ahora, necesita algo de ayuda.

Este sábado el auditorio de Berriozar acogerá el Festival benéfico a favor de la Escuela de Kenia Maria Chege, que contará con un concierto benéfico a las 18.00 horas en el que participarán Chuchín Ibáñez y Los charros, Motxila 21 y otras agrupaciones y cuyos beneficios (la entrada cuesta 6 euros) irán destinados a adecentar esa escuela, que necesita después de tantos años otro empujón de solidaridad. “Quiero comprar libros para los alumnos: ahora son unos 80, aunque cada tres tienen que compartir uno. También ordenadores, material que necesitan para estudiar”, señala la promotora.

Bastan cinco minutos con Chege para darse cuenta de que sus alumnos la quieren y la recuerdan, siempre, por diversos motivos. Para comprobar que es una persona especial, no sólo porque ella sola ha conseguido dar vida a un sueño que ha echado raíces a escasos kilómetros de Nairobi y que sirve a los keniatas para conseguir esa educación que, en el futuro, les abrirá puertas. Precisamente una de sus alumnas aquí, Clara, fue la que con apenas 14 años le dijo que le iba a ayudar, y es que confiesa Chege que acostumbra a compartir sus retos y anhelos antes con sus alumnos que con sus propios amigos.

“Me preguntó si tenía sueños y le conté el mío, porque quería hacer un cambio para que el mundo fuera mejor, más justo, y la base (además de un derecho) es la educación. Me emocioné y empecé a soñar. Toda la clase soñó conmigo en ese momento y entonces ella me dijo: ‘Ya sé lo que voy a hacer, voy a estudiar arquitectura y cuando termine, diseñaré tu escuela’”, relata. Otro imposible que se hizo realidad. “Han venido instituciones de Educación que lo han visto y han dicho que en la zona no hay ningún colegio igual. Yo siempre les contesto que es, primero, porque está hecho con amor; y segundo porque lo ha diseñado una alumna mía”, bromea.

Chege estudió en la Universidad de Navarra y lleva más de 30 años dando clases de inglés, principalmente en su casa de Zizur Mayor, donde ha establecido su academia, aunque ha invertido buena parte de su tiempo en el Colegio El Huerto, la Escuela Oficial de Idiomas y en muchas empresas. Es educadora nata. “Mis padres también lo fueron, han ayudado a mucha gente a estudiar. Y mi madre siempre quiso construir un colegio, por eso cuando esa pequeña, que tendría unos 8 años, me lo pidió, se me vino ese sueño a la memoria”.

A las semanas acudieron también algunos vecinos para explicarle que era necesario hacer una escuela en la que pudieran comer. “Sólo querían el techo y paredes de chapa, y ellos se ocupaban de la mano de obra”, cuenta Chege, que sólo podía pensar en que nunca iba a tener dinero suficiente para hacerla. “Cuando compré la finca se veían a escasos metros las cebras y las gacelas, las hienas... Estaba en la selva, ¿qué íbamos a hacer ahí?”.

sacrificio Lo consiguió en 2007 “con mucho sacrificio. Volví y empecé a mandar dinero a Kenia, aprendí a vivir con lo mínimo y a no malgastar. No quería ir a una ONG o al Gobierno, quería hacerlo yo sola...”, revela. Así ha sido hasta ahora, aunque asume que necesita algo de ayuda para seguir adelante.

Chuchín Ibáñez, por su parte, está encantado de prestársela. “Es una manera bonita de participar en un proyecto que, además, hay que hacer visible”, valora el artista, que anima a la gente a sumarse y participar “para que esta historia crezca”. El sábado participarán además de Mikel Echart e Íñigo Juango (Motxila 21), Ibáñez, el grupo Dimbaya de percusión africana y la escuela de danza Camino y el coro rociero Savia nueva, y se celebrarán sorteos.

Ella, que da clases a los hijos de sus alumnos y asegura que son quienes le han ayudado a no tirar la toalla, cuenta que “es una ilusión, un proyecto personal que tiene que ver con mi esencia, que es la educación”, convencida de que no va a ser la última función, “porque está yendo todo muy bien y hay respuesta, está pasando. Se ha volcado mucha gente, y estoy muy agradecida”, señala.