- Unax nació el domingo 12 de abril, a las 16.42 horas de esta extraña primavera que esconde el sol y nos enseña todas las flores que no podemos oler.

Llegó ocho días después de que su madre, Esther García Macaya, saliera de cuentas. "Se ve que estaba feliz en su confinamiento, se resistía", bromea. Y no era para menos. Fuera de su guarida, el mundo se había parado por completo y el pequeño se resistía a salir. Lo bueno del retraso es que llegó con más de tres kilos y medio, salió "en tres empujones".

Ahora la fierecilla le aprieta fuerte el pecho para sacarle el calostro sin piedad. Unax se abre paso con fuerza y su lloro es un canto a la vida en medio de tanto dolor. Ayer, a las ocho de la tarde eran los sanitarios los que le devolvían el aplauso a Esther por ser la otra cara de esta crisis, la sonrisa y la esperanza en un complejo hospitalario acostumbrado al ensordecedor sonido de las ambulancias.

"Desde el miércoles pasado comencé con contracciones pero el domingo por la mañana, hacia las diez, noté que sangraba de forma abundante. Me costó mucho borrar el cuello del útero. Me asusté y fuimos pitando al hospital. Llegué dilatada de seis centímetros... me pusieron la epidural y la verdad es que el parto, a diferencia del de su hijo mayor Hodei, fue maravilloso", subraya. "Al entrar al hospital me preguntaron si tenía fiebre porque tosía. Tenía la garganta seca pero nada más", recuerda quien ahora lleva mascarilla y es consciente de los riegos que entraña este momento como madre. "Dicen que la placenta les protege de todo tipo de virus, que no se cogen el coronavirus", asegura. Ahora le harán la prueba del oído, la del talón, y también la del coronavirus le han dicho. Por si acaso...

Si les preguntas un deseo les gustaría que Unax "no tuviera que vivir lo que nosotros estamos viviendo en esta pandemia". Los sentimientos están a flor de piel, reconocen. "Es una sensación muy rara. Por un lado te sientes muy feliz porque ha sido un niño superdeseado pero a la vez te das cuenta al salir a la ventana del hospital que estás en una ciudad fantasma. No puedes recibir visitas, no puedes salir a pasear ahora que empieza a hacer bueno, las abuelas llorando deseando ver a la criatura y sin poder acercarse... comunicándonos a través de videollamada, lamenta esta vecina de Sarriguren de 37 años. Los problemas que tuvo para quedarse embarazada quedan atrás. "El esfuerzo ha merecido la pena".

Es lo que tiene nacer en guerra pero Esther es una combatiente, por cierto, trabajadora de Diario de Noticias, armada de valor y energía que sabe darle la vuelta. "En quince días tendré visita con el pediatra. Iré andando con el cochecito hasta Pamplona. Uno de los últimos días de embarazo me acerqué al supermercado y en la caja me preguntaban si no podía venir nadie a ayudarme, y yo le respondía que no era por manos, era porque ya no aguantaba más. Tenía los pies tan hinchados que no podía ni caminar", explica con buen humor.

Felipe Osés Redondo (41 años) va a poder disfrutar de las doce semanas que le corresponden justamente a partir del día que tenía que regresar al trabajo en la fábrica donde está empleado. "Estoy muy orgulloso de Unax, de Esther... y muy agradecido del trato que hemos recibido por parte de los sanitarios", destaca. Hodei, que es "idéntico" al pequeño, "está como loco, deseando que lleguemos a casa para verlo y nos echa mucho en falta". Les queda un posparto nada fácil, todavía quedan semanas de confinamiento con un niño de 8 años que no para quieto. Unax, nombre de origen navarro, significa pastor de vacas. Intuición, fuerza y sentido de protección no le van a faltar. Lo lleva en los genes.