Apesar de su populoso aspecto actual, Villava-Atarrabia no puede ocultar que durante siglos ha sido un pueblo-calle, o mejor dicho, un pueblo-camino. Y es que, hasta hace bien poco, esta villa no era mas que una larga calle en torno a la que se alineaban sus casas como queriendo ver pasar al viajero. La herencia de esa época es visible al recorrer el medio kilómetro de la con razón llamada calle Mayor donde aún hoy día se levantan sus principales edificios públicos.

Así, pues, Villava no puede olvidar que antes de ser villa fue camino. Ya en época romana atravesaba su territorio la calzada que por el Pirineo comunicaba Hispania con Galia, ruta que siglos después, tras el descubrimiento del sepulcro de Santiago, comenzaron a utilizar los peregrinos que desde los más lejanos rincones de Europa se dirigían a él. Y es precisamente cuando estas peregrinaciones adquirieron su mayor auge cuando en 1184 Sancho VI el Sabio, rey de Navarra, decidió transformar una pequeña aldea llamada Atarrabia en la villa de Villava. Los siglos pasaron y la villa fue creciendo, pero siempre en torno al camino. Dos sólidos portalones la flanqueaban sus extremos norte a sur, mientras que una muralla ceñía la población por el exterior de sus casas.

La ruta inglesa

Además de fabricar paños en sus molinos y trabajar las escasas tierras, los villaveses vivían volcados en el camino o, mejor dicho, en los caminos, que llevaban a Santiago y que como los ríos se unían en Villava. El menos conocido, el llamado "camino inglés", provenía de Gascuña a través de Baztán. El otro, llamado "camino francés" hacía lo propio por Roncesvalles. Durante siglos vieron pasar y alojaron a viajeros, comerciantes y peregrinos de extraños lenguajes que traían con ellos mercancías, nuevas ideas y costumbres.

Naturalmente la prosperidad atrajo también a los bandidos. Desde sus orígenes el camino siempre estuvo la protección especial del rey y los delitos cometidos con los viajeros fueron severamente reprimidos. Villava lo sabe bien.

A lo largo del siglo XIV, cuando Europa se volvió mucho más insegura, esta villa fue el lugar habitual donde se ejecutaba, para escarmiento y advertencia, a quienes osaban a turbar la paz del camino. Y así, a las puertas de Villava murieron ahorcados en 1319 aquellos cinco ingleses que haciéndose pasar por peregrinos robaban en los albergues cuando todo el mundo dormía.

Y es que los siglos XIV y XV, llenos de pestes y guerra, fueron malos para el viajero. La prosperidad volvió a Villava una vez más de mano del camino y comienzos del siglo XVI era uno de los pueblos más transitados del reino. No es extraño que fueran precisamente los mesoneros quienes controlaran el poder local.

El negocio del mesón era próspero, pues Pamplona, como buena plaza fuerte, celosa de su seguridad, cerraba sus puertas al atardecer y las abría entrada la mañana, razón por las que muchos viajeros y peregrinos preferían pasar la noche en Villava para poder continuar el camino con las primeras luces del amanecer.

Ha pasado mucho tiempo, sí, pero nuevamente Villava vuelve a ser paso obligado de viajeros y peregrinos, muchos de extraño lenguaje, que se dirigen a Santiago y recorren como antaño esa larga y recientemente remozada calle que a Villava le impide olvidar que ha sido y sigue siendo allá donde se juntan los caminos.

"Ya en época romana, una calzada que unía Galia con Hispania, atravesaba la villa"