ran las doce menos cuarto y se palpaba el nerviosismo. Acababan de decretar una nueva prórroga de la moratoria sanitaria, un nuevo castigo, por llamar de alguna manera al estado confinamiento, pero los vecinos de San Agustín y Calderería -sin obviar la gravedad de la situación que padecemos por culpa del coronavirus- estaban dispuestos a revivir un momento muy especial aparcando problemas y preocupaciones. Los primeros vecinos salieron a los balcones con el pañuelico rojo en una mano y el vermú en la otra. Camisa o camiseta blanca y la faja ceñida a la cintura como manda el protocolo. El llamamiento por WatshApp a este chupinazo callejero no se hizo esperar. No todo y todas hicieron acto de presencia pero sí los más entregados. Los himnos oficiales de las peñas (Somos alegría sin par... echa las penas al mar...) y otros clásicos sanfermineros se mezclaban con la patxanga porque En el amor todo es empezar como diría Rafaela Carra. No hubo petardos ni exploto, las doce llegaron como pudieron. Entre gritos y txunta txunta, se entonó el canto de la escalera y un "a Pamplona hemos de ir". "Viva San Agustín, Gora San Agustín. Aúpa ahí" se escuchó mientras el rojo del pañuelo se tenía en el aire con un cielo azul luminoso y esperanzador.

En realidad ninguno de los vecinos que viven en el corazón de la fiesta se atrevía a hablar de lo que puede suceder. El día a día se hace tan duro que sólo pensar en las vicisitudes de los próximos cuatro meses pesa en el ánimo. "Es mejor no pensar lo que ocurrirá el 6 de julio. El mayor Amaiur dice que aún falta mucho, que no se puede suspender... Vamos a ir viendo", aseguraba Marta Muruzabal desde un balcón de San Agustín acompañada de su pareja, Martín Astarriaga. "Nos salva mucho tener un balcón a la calle porque te permite hablar con los vecinos. Hay gente que tiene patio interior y la cosa cambia. Todas las tardes participamos en actividades. Lo llevábamos bastante bien y tener un grupo vecinal en el que compartir información es un desahogo importante", indica.

Sergio y Pedro Larreta tampoco se quisieron perder el evento delante del mostrador de una tienda que, ni antes ni ahora, cierra ningún día. "La calle se queda muy triste si no fuera por estas iniciativas. Lo bueno de esta crisis es que está acercando a la gente, nos estamos conociendo como vecinos. Hay una necesidad de proximidad", destacaba ayer Sergio Larreta. Estos días se vende de todo y más cervezas que nunca porque hacen falta válvulas de escape. "Hemos ganado algún cliente de barrio y hemos perdido gente que venía de paso a trabajar", remarca.

Mikel, desde Calderería, no se pierde ningún encuentro sea cacerolada, bingo, vermut o música por las tardes. "Son encuentros entrañables y nos viene bien a todos desfogarnos un poco. Con los altavoces la gente canta, baila y se expresa", señala. Trabaja en un instituto y admite que los chavales que estudiaban lo hacen ahora de forma telemática y, los que no lo hacían antes, tampoco ahora, bromea. Eso sí, alaba a los que se ha ofrecido para hacer la compra a los mayores.

Uno de los organizadores de esta iniciativa Dani García, de San Agustín, reconoce que la gente está "inquieta" por no saber cuánto puede durar esta situación y necesita "cantar una canción o lanzar un chillo" para sentirse vivo.

Debajo de su piso, Diana Arnedo toca la guitarra con su compañero de piso, el también músico acordeonista Gorka Zabalza. Los dos buscan temas que la gente pueda cantar, también en el chupinazo de ayer: "Oírles cantar es tremendamente emocionante". Ella es profesora de guitarra en Tafalla y sabe que la música, más que nunca, amansa a las fieras. Ella sigue trabajando de forma virtual. "La enseñanza no presencial es más difícil pero trato de aprovechar estos días para que también puedan disfrutar de la música, lo necesitan", remarca quien compatibiliza la docencia con clases que recibe del Conservatorio.

Tras el cohete tocaba coger fuerzas para regresar a la trinchera y Diana tocó la fibra de todos con un tema de Oskorri: Ikusi mendizaleak. Pues eso, ¡arriba! Como anunciaba Marta, "hoy iremos directamente a los toros".

Así de animada transcurría la mañana cuando de pronto apareció José Luis Gironés saliendo del portal de San Agustín pegado a la tienda de Larreta. Iba a por el periódico y ante la expectación del vecindario y de las cámaras de la EiTB se arrancó con una napolitana que, no por romper el guión, subió la adrenalina. Era la La mañana de Albano y Romina. Y es que a Gironés le encanta la música italiana, puro "sentimiento y pasión" que ayer vino de perlas. "La calle nos une, uno asoma la nariz al balcón y nota la vibración. Los primeros días ni salía, del sofá a la tele, pero ahora somos muchos los que nos hemos animado. Lobos de ochenta y hasta unas palomas que parece que se han quedado confinadas también en el tejado", destacaba. Recién jubilado no hace falta que jure que estudió canto y solfeo. Amante de la cultura y el monte, vive la cuarentena en soledad. "Creo que para los que nos hemos adaptado a la soledad no va a ser tan duro; nos hemos ido vacunando, aunque es cierto que no es lo mismo voluntaria u obligada", remarca quien augura tiempos duros. Una más que crisis, "una profunda depresión económica" que, a su entender, nos reforzará en valores como "la solidaridad y la ayuda al prójimo".

"Antes no salía de casa, y ahora asomo la nariz al balcón y noto las vibraciones"

Vecino de San Agustín

"Tocamos canciones que puedan cantar los vecinos "

Vecina de Calderería