ola personas, ¿cómo va septiembre? ¡Ah!, ¿que acaba de empezar?, bueno pero en nada habrá pasado y un mes más es un mes menos en esta situación de locos.

Esta semana he ido a pasear al mismísimo germen de la ciudad: la Navarrería y, claro, estando allí no he podido dejar de cursar visita a nuestra querida Catedral.

El jueves por la mañana tenía que ir a llevar los cuchillos de mi cocina a afilar a la calle Mañueta y así lo hice, mientras el vaciador hacia su trabajo me di una vuelta por las calles que fueron Pamplona antes que ninguna. Subiendo Mañueta me fijé que la casa nº 7, la natal de Sabicas, está en obras, un andamio tapa su fachada. Algo familiar me une con esa casa porque en ella no solo nació Sabicas sino que en 1837 nació en ella mi tatarabuelo Gervasio Udobro Sanz. Como él ahí nació toda la prole Udobro Sanz, por tanto se puede decir que todos los que en Pamplona tenemos ese apellido de ahí descendemos. Uno de ellos, también llamado Gabino, fue el padre de las famosas coronillas Salcedo.

Bien, hecho este paréntesis familiar vamos a ver por qué digo que esas calles son el germen de nuestra vieja Iruña. Llevo escritos 134 ERP y aun no hemos entrado en ninguno de ellos a explicar como se gestó la ciudad que nos da cobijo. La presencia de vida humana en estas fértiles orillas del Arga se remonta a la edad de hierro, allá por las años 800-700 a. d C., eran gentes que pertenecían al pueblo celtíbero y al pueblo vascón y si bien no dejaron restos constructivos si nos dejaron su huella en restos de útiles domésticos que han sido encontrados en diferentes excavaciones. Los vascones acabaron quedando solos en estas tierras a las que un buen día llegaron, procedentes de las galias, los enemigos de Asterix. Corría el invierno de los años 75-74 a. d C. y el general Pompeyo iba a la cabeza. Levantaron un campamento en una planicie que encontraron a buena altura sobre el Arga ya que les pareció tierra bien defendida orográficamente y con posibilidades alimenticias por la indudable riqueza de sus campos. Se avinieron de forma amistosa con los antiguos moradores que aquí encontraron y en breve el interino campamento pasó a tener forma de ciudad. Sus inicios, y por tanto nuestros inicios, se pueden situar en las inmediaciones de la catedral siendo las dos principales vías el Cardo y el Decumano máximo que corresponderían a Curia y Dormitalería, respectivamente, estando la puerta pretoria en el cruce de Curia con Mercaderes.

La ciudad romana, según estudios de María Ángeles Mezquiriz, probablemente la arqueóloga más docta en este terreno, tenía sus límites marcados por las actuales Estafeta, Mercaderes, Mañueta al Oeste, Redín al Norte, ronda Barbazana al Este y Labrit al Sur; si bien las excavaciones de la plaza del Castillo con la aparición de las termas en su subsuelo nos llevan a pensar que sus límites iban un poco más allá de Estafeta.

Y ésta fue Pamplona durante siglos y siglos, por ella pasaron los visigodos en los siglos V, VI y VII y los musulmanes del VIII al X, siendo en ese siglo cuando se funda el reino cristiano de Pamplona y empieza la historia de los Iñigos, los Sanchos y compañía. Aun tardarían dos siglos en llegar los francos de la mano de Alfonso el Batallador para asentarse en el Burgo de San Cernín y un poco más aún tardaría en nacer la Población de San Nicolás. Todo lo cual nos deja claro que Pamplona fue exclusivamente la Navarrería durante 11 siglos.

Tras pasearme por el Cardo maximus y el Decumano entré en la catedral por vez número mil y en la taquilla me enteré que se iba a subir a visitar la campana María, me interesé por el asunto y las chicas muy amables me dijeron que en 15 minutos volviese por allí. El tiempo de espera me dediqué a dar una vuelta por su interior fijándome en detalle pequeños, de esos que generalmente se escapan, dediqué unos minutos a admirar el Cristo de Juan de Anchieta, luego entré en la capilla que está bajo la advocación de San Juan Bautista, un pequeño y precioso retablo representa escenas de su vida y muerte, es un retablo muy de aquí , realizado en estilo netamente romanista me recordó mucho al de la iglesia de San Miguel; me llamó la atención un sagrario barroco ubicado a la izquierda de la capilla en el que entre angelotes, amorcillos y querubines podemos ver la puerta del sagrario en cuyo centro un bajo relieve en pan de plata nos muestra a un ave que para dar de comer a sus crías se abre con el pico el pecho y tres polluelos comen de su herida. Alegoría máxima del amor de madre. La siguiente capilla está dedicada a San José y Santo Tomás y es sede de la cofradía de los carpinteros, albañiles y otros gremios artesanales. Una talla de San José con el niño, de factura muy popular, lo preside.

Ya habían pasado los 15 minutos y volví al punto de cita para subir a las alturas. Nos saludo Ana, la guía, que muy amablemente nos explicó lo que íbamos a ver. Subimos por la torre sur y saliendo por la casa del campanero atravesamos la catedral de torre a torre para alcanzar nuestro objetivo. La campana María, nos dijo Ana, es la más grande España en activo, fue fundida en bronce en 1584 y mide 2,50 metros de diámetro por 2,25 de alto alcanzando un peso de 10 toneladas, allí donde llega su tañido se consideran los límites de la cuenca de Pamplona que distan del campanario un radio de 14 km. Tiene un sonido grave y hondo que retumba en el corazón, yo hace años tuve la suerte de poder tocarla y estar bajo su vaso arrancándole toda su voz a golpe de badajo es realmente emocionante. En la visita había una chica de Santiago de Compostela que bajó conmigo ya que no nos quedamos a ver los videos que se ofrecen al visitante y me ofrecí gustoso a ser su cicerone en la visita al resto de la catedral, se llamaba Toya Fernandez Flórez y aceptó encantada, fuimos viendo todas y cada una de las dependencias, el refectorio, la cocina, el dormitorio, la capilla de San Jesuscristo, el claustro, la Barbazana y le fui contando todas las historias que de ellas conozco. Salimos a la nave la rodeamos por el ábside, le hablé de la sacristía barroca que la puerta esconde y que no pudimos ver y del robo que sufrió en el 1935, pasamos por la puerta de San José, vimos el Cristo de Anchieta y salimos a la calle donde nos despedimos, ella iba a Puente la Reina buscar a sus amigos, peregrinos jacobeos. Me agradeció mis explicaciones y yo le agradecí su atención. Me gustó ser guía.

Bajé por el Cardo (Curia) a Mañueta recogí mis armas de cocinero y volví a mi barrio con el recado hecho.

La semana que viene más.

Besos pa tos.