- El Ayuntamiento de Pamplona anunció esta semana que realizará un informe sobre la labor que desempeña el Equipo Municipal de Atención a Domicilio (EMAD) con el objetivo de "optimizar los procesos del servicio" e "identificar situaciones de ineficacia e ineficiencia". Según el Consistorio, la municipalización del EMAD, llevada a cabo por el cuatripartito, "está costando casi 2 millones de euros más al año, lo que supone un incremento del 44% entre el gasto del año 2016 y el del 2019". El Consistorio también critica que haya "un menor número de horas de servicio, el año pasado se prestaron un 21% menos que en 2016".

La noticia no ha pillado por sorpresa a Ana Montavez, Nerea Espartza, Blanca Elizaga y Magda Saavedra, trabajadoras socio-sanitarias del EMAD y miembros del sindicato Talde, ganador de las elecciones sindicales 2020 entre el personal laboral. "Llegará diciembre y ya verás como sale María Caballero para decir que somos muy caras, que tenemos mucho absentismo y que el EMAD es muy difícil de gestionar y que les provoca muchos problemas administrativos. Siempre estamos con la espada de Damocles encima y con mucha incertidumbre respecto a nuestro futuro", critica Blanca.

El EMAD es una prestación básica municipal para personas en situaciones de "dependencia, fragilidad y vulnerabilidad" compuesto por una persona responsable, seis coordinadoras de zonas, cuatro administrativas y 167 trabajadoras socio-sanitarias de atención directa que actúan exclusivamente en domicilios. Las trabajadoras familiares, es un ámbito totalmente femenino, realizan labores de cuidado personal e higiene, movilidad básica, actividades domésticas o mantenimiento de la vivienda entre otras muchas. "Trabajamos desde una perspectiva preventiva, educativa, asistencial, rehabilitadora y de promoción social para mejorar su calidad de vida y evitar internamientos innecesarios", explica Magda.

Normalmente, cada trabajadora atiende a cinco personas cada día y está con ellas alrededor de una hora, hora y media. "El máximo con cada paciente es de dos horas al día y la atención mínima es de quince minutos", señala Nerea. El servicio, aclara, se presta de 7.30 a 22.00 horas y se puede repartir a lo largo de toda la jornada: "A veces vas a la mañana para ducharla y a las cinco de la tarde para levantarla después de la siesta".

Las personas que usan este servicio suelen ser personas mayores, pero la prestación es universal y cualquier ciudadano que sea susceptible de atención tiene derecho al servicio. "Evidentemente, una persona mayor va a tener más papeletas, pero atendemos a todas las franjas de edad, a gente que está en situaciones de falta de autonomía", subraya Nerea.

Talde critica que el Servicio de Atención a Domicilio (SAD y actual EMAD) siempre ha estado "en los vaivenes políticos" y que como consecuencia "nunca han dejado crecer, desarrollar y optimizar" la atención domiciliaria. Por eso, apuestan por la creación de un organismo autónomo, como sucede con las escuelas infantiles, que introduzca un nuevo modelo de servicio basado en la "descentralización y en la autogestión", con equipos de barrio y cada uno de ellos con su propio local. "Un lugar donde podamos iniciar y finalizar nuestras jornadas y un sitio al que acudir si el día a día lo precisa", reclaman.

En la actualidad, solo tienen un único local, situado en la calle Aoiz. Según Talde, la centralización provoca falta de coordinación entre las trabajadoras y las seis coordinadoras de zona. "Es más difícil solucionar los problemas que surgen si no se está en el propio barrio", aseguran. También genera falta de comunicación entre las trabajadoras que comparten pacientes: "Con un local en cada barrio, las personas que atienden a los mismos usuarios se verían durante la jornada laboral, algo que no sucede ahora. De esa manera, habría una comunicación fluida entre ellas, se contarían cómo les ha ido con cada paciente y prestarían un mejor servicio", afirma Ana. Durante la pandemia, la ausencia de locales les originó graves problemas: "Nos daban la planilla de los pacientes y estábamos completamente tiradas en la calle. No teníamos ningún sitio donde descansar, trabajamos como apestadas", relata Nerea. "Cuando llegaban las mascarillas, una compañera iba a la calle Aoiz y bajaba a los barrios a distribuirlas. Nos las repartíamos en la calle", incide.

Las trabajadoras familiares también reclaman un protocolo "mínimo" que aúne los criterios básicos de actuación en la atención domiciliaria. "Llevamos casi nueve meses de pandemia y aún no tenemos ningún protocolo de actuación. ¿Cómo puede ser posible?", se preguntan.

"Siempre nos dicen que somos muy caras y que tenemos mucho absentismo"

Trabajadora familiar del EMAD

"No tenemos ningún protocolo de actuación tras nueve meses de pandemia"

Trabajadora familiar del EMAD

"No teníamos ningún sitio para descansar. Trabajamos como apestadas"

Trabajadora familiar del EMAD