A muchas personas Tradición les puede parecer una palabra añeja, vetusta, como de museo, en un tiempo y una cultura que han roto abruptamente con el pasado, incluso con un pasado reciente. Pero, algo nos inquieta cuando nos instalamos en un presentismo que olvida raíces y tiene una visión chata, inmediatista del futuro. A la tradición no hay por qué identificarla con posturas conservadoras o con posiciones inmovilistas.

Tradición es palabra de origen latino, traditio, que quiere decir entrega. Una buena imagen para representar la tradición es la de una carrera de relevos, en que una persona atleta entrega a otra el testigo. Así en la existencia humana una generación entrega a la siguiente un tesoro de experiencia y sabiduría. Pero cada generación depura y renueva ese testigo, antes de entregarlo a la siguiente. Más aún, es el diálogo entre generaciones y la atención a los nuevos desafíos, lo que renueva la tradición.

Caseros y caseras en el Olentzero de Iruña de 1964. Fotografía: cedida.

Ramón Gaya, pintor vanguardista murciano, escribió unas hermosas palabras sobre la tradición. Son breves y enjundiosas. Las voy a citar textualmente: "Tradición no es, como suele pensarse, un viejo modo de ser que se empeña en perdurar, sino el nervio central del ser mismo. Tradición es una sustancia viva, rica y originaria. La tradición no es un lugar de estar, sino de irse, pero de irnos sin olvidarnos nunca de su viejo y lejano manantial" (...).

Con la palabra Fiesta tenemos otro conflicto, si la confundimos con descanso o vacación. Porque la Fiesta es un tiempo en que una comunidad celebra un acontecimiento con alegría, afirma la vida, tan frágil y breve, y el sentido de la historia a pesar de los desastres, o de las enfermedades y epidemias. La Fiesta exige un acontecimiento que celebrar, un grupo humano que la protagonice, y un lenguaje que escape a lo cotidiano: comida y bebida abundante, vestido diferente, libertad de horarios y reglas, y música: el canto y la danza que hacen aflorar sentimientos comunes.

A lo largo de siglos se ha pasado de fiestas paganas, a religiosas o cívicas, de modo que en una sociedad plural, crecientemente urbana, y aumentada con gente de distintas procedencias y culturas, bien pueden convivir rasgos diferentes en la expresión festiva. Hay símbolos o personajes mitológicos, religiosos, o figuras de animación de creación reciente, que gozan de aceptación general y permiten expresiones de solidaridad y diversidad incluyentes de identidades diferentes.

Conservo en una carpeta una colección de breves guiones que, con el título Navidad popular en Navarra escribí y presenté en la radio local en 1974-75, un momento en que no había Internet ni móviles, pero el asfalto, el teléfono y la televisión habían llegado a todos nuestros pueblos. Utilicé soportes musicales pregrabados a personas y grupos, o editados en discos Singles o LP de ebonita. Los textos se refirieron a casi todos los temas festivos, algunos ya olvidados en aquellas fechas.

Releo párrafos que entonces escribí: "Del folklore de Navidad no todo está muerto. La figura y fiesta de Olentzero, de Larraun y del Bidasoa, se revitaliza y llega incluso a orillas del Ebro en Tudela. Las cabalgatas de Reyes y algunas representaciones de teatro popular, el Rey de la Faba o el Misterio de Reyes de Sangüesa ganan esplendor. La gente joven, en Urdiain, ha vuelto a recoger el agua lustral cuando suenan las campanadas del año nuevo y a repartirla entre el vecindario. La instalación de belenes, clásicos e innovadores, mantiene su vigencia. Otras costumbres se han perdido para siempre: el saludo de culto al sol, los cantos y repiques de campanas a la Ó, la colación, el aguinaldo, las inocentadas, las elecciones de reyes en cada casa, el Urruskide Eguna de Otsagabia o las fiestas de Comensales de Roncal y Salazar, en que se depositaban en un montón las grandes llaves de los portales y se sacaban luego de dos en dos para emparejar a la familias que habían de comer juntas en el difícil intento de reconciliar o restaurar amistades perdidas".

"Nuestros antepasados lejanos tributaron culto al sol, especialmente en los días de solsticio. La palabra vasca con que se designa a estos días, Eguberri, señalaba al día inmediato después del solsticio, sin determinar si son nuevos el día, el sol o la luz. En la zona pirenaica e inmediaciones de Aralar José María Satrústegui recogió, en euskera y castellano, hasta treinta salutaciones diferentes al sol que sobrevivieron hasta entrado el siglo XX". "Entre el 17 y el 23 de diciembre en los pueblos de la Ribera las campanas tocaban al atardecer a la Ó, coincidiendo con el canto de las antífonas mayores del Adviento, y niños y niñas cantaban unas letrillas, acompañando el repique. Y el sonsonete terminaba: A la Ó, a la Ó, ocho días antes que el Niño nació.

"La colación medieval que los siervos habían de pagar a sus señores, perduró de otro modo en el comercio. El regalo de la colación era el agradecimiento de los comerciantes minoristas hacia sus clientes asiduos. José Joaquín Arazuri cuenta que, en Pamplona, las cererías obsequiaban con turrones, mazapanes y guirlaches. Los ultramarinos regalaban una suela de bacalao, conservas, higos, pasas u orejones. Los cafés mandaban a las casas de sus parroquianos botellas de licor, y los taberneros enviaban moscatel o vino rancio. Hasta los carboneros regalaban algunos leños o unos kilos de carbón vegetal. La costumbre de la colación desapareció del todo tras la Guerra Civil". "En toda la Navarra rural grupos infantiles y de adultos, ataviados de pastores recorrían las calles cantando coplas y pidiendo por las casas el aguinaldo: tocino, castañas o algo de dinero, bendiciendo a las vecinas generosas, o amenazando a las casas de las que se iban con las manos vacías".

"Han desaparecido también las inocentadas, bromas y guasas del 28 de diciembre entre familiares o amigos, incluso en la prensa diaria donde con fotografías trucadas se pretendía hacer creer que habían cambiado de emplazamiento algunas estatuas o elementos del patrimonio urbano, o algunas noticias daban cuenta de imposibles fichajes de Osasuna o hasta invitaban supuestamente a una merienda gratuita a quien acudiera a la inauguración de un edificio de servicio público. Hoy la actualidad puede parecerle a más de uno una inocentada de carácter continuo".

Las antiguas maneras de vivir, las costumbres campesinas se han perdido. En la ciudad todos los días son iguales€ lo espontáneo parece terminado, todo lo que nos rodea ahora es publicidad€ El folklore, cuando es sincero y brota de las entrañas del pueblo, nos descubre lo que somos, lo que deseamos, nuestros sentimientos. Hay que crear un nuevo folklore.