Desde el 30 de noviembre el castor europeo (Castor fiber figura "por fin" en el BOE dentro del catálogo de especies amenazadas. Javier Fabo no canta victoria porque el plazo de alegaciones sigue vigente, pero en caso de producirse y al tratarse de una directiva europea, no cree que prosperen. "Es un primer paso, pero un paso en firme. Ahora vienen los aspectos sociales. Hay que sensibilizar a la población de los beneficios del castor como especie y de lo que aporta a los ecosistemas", dice este naturalista marcillés, autor del libro El castor en la península Ibérica.

Aliméntandose de brotes verdes en la zona de Trinitarios de Pamplona. DANIEL GARCÍA.

'Resurrección': los 18 de Baviera

Mamífero de hábitos nocturnos, estrictamente herbívoro, monógamo, altamente social y fuertemente territorial, sus primeros restos fósiles en la cuenca del Ebro datan del Mioceno, hace 23 millones de años, "antes de que existiera el propio Ebro", explica Fabo. Es imposible determinar cuándo murió el último castor, pero se apunta al siglo XVII o comienzos del XVIII, con la caza como protagonista de su extinción.

Desde entonces la cordillera de los Pirineos asomaba como escollo insalvable para una nueva ocupación natural del territorio. Esta realidad cambió a partir de 2003, cuando un grupo de activistas belgas reintrodujo 18 ejemplares de castor europeo "en una amplia zona de los ríos Ebro y Aragón". En concreto 8 adultos, 7 sub-adultos y 3 juveniles que viajaron desde Baviera. Y ahí se armó el lío porque pese a que la directiva de Hábitats de la Unión Europea protege al castor, tras los indicios que delataban su presencia en los ríos y los daños en cultivos, "el cómo fue la reintroducción motivó a las autoridades españolas a pedir al órgano competente una excepción de la aplicación de esta directiva. La Unión Europea concedió una moratoria que conllevó que un par de cientos de castores fueran cazados. Visto que el coste era muy elevado y no conseguían detener la expansión, cesaron en su empeño", dice.

Un castor, sentado a orillas del Arga en San Jorge. DANIEL GARCÍA

A su vez la captura de castores para someterlos a la eutanasia "despierta a una parte de los naturalistas rompiendo lanzas a favor de su protección, al tratarse de una especie que existió en la Península Ibérica y que fue erradicada por causas antrópicas, no naturales". Autóctono, alógeno, exótico o invasor, el castor ya estaba aquí independientemente de la etiqueta. "La Comisión Europea no tuvo otro remedio. Visto que el Estado español no ha logrado controlar a los castores reintroducidos, entiende que la especie ya está naturalizada y se le debe aplicar la directiva de hábitats en vigor", dice.

Fabo también se pone en la piel de los agricultores: "sus padres, abuelos y bisabuelos han estado cultivando en el mismo sitio. Y ahora de repente por unos belgas que vinieron aquí a introducir no se qué animales les están fastidiando una pequeña parte de los cultivos. Ya sé que a ellos no les va a hacer mucha gracia, pero hay que tener empatía también con los animales salvajes, no solo valen nuestros intereses".

Por encima de todo, destaca la "buena noticia para el río, porque si proteges al castor, una especie además amenazada, se debe considerar a la zona donde se encuentra Zona de Especial Protección (ZEP). Por lo tanto estás protegiendo el río. Pero todos los ríos de Navarra, la Rioja y Aragón... Ese es el doble sentido que para mí ha tenido siempre la protección del castor, no solo como especie que tiene derecho a existir, sino también por lo que va a aportar a los deteriorados ecosistemas. Los ríos de la península Ibérica están muy explotados, y para mí es lo más importante", finaliza.

Remontando en Arga en Pamplona en la presa de Santa Engracia. DANIEL GARCÍA

Presencia en Navarra: al menos 500 en 2014

Gabriel Berasategui es biólogo en Ornitolan Servicios Ambientales, empresa a la que el Gobierno Foral encargó en 2014 un estudio para conocer la presencia del roedor en nuestros ríos. "Muestreamos prácticamente toda Navarra, unos 900 kilómetros de río. Y salió positivo casi en 600", reconoce. Con estimaciones "muy conservadoras", las horquillas mínimas apuntaban a 500-600 ejemplares. "Estaban en los cauces principales, todavía no habían remontado por cauces secundarios. Eso puede que haya cambiado". Desde entonces "la población seguro que ha aumentado. Por ejemplo, en aquellos años casi no encontrábamos presas, y ahora no es tan difícil verlas", asegura.

Dice que "los hábitats mediterráneos son muy productivos, y pasan desapercibidos". Ahora su presencia es "más patente" porque al escasear la hierba y los brotes verdes, los troncos roídos de los árboles dicen que ahí están. "En bosques naturales el animal está tranquilo y no molesta. Se alimenta principalmente de sauces y chopos y marca muy bien el dominio público hidráulico", explica. Sobre su pasaporte, cuenta que "el origen es ilícito y no podemos tomarnos la justicia por nuestra mano, porque la introducción ilegal tiene consecuencias que no podemos prever". Pero una vez en el medio "los gobiernos tienen que asumir los ecosistemas". "Es una especie singular. Ojalá a otras en peor estado de conservación les venga bien esta situación, este rejuvenecimiento de los sotos. Al visón europeo (Mustela lutreola), por ejemplo", concluye.

Este ejemplar enseña sus dientes anaranjados en la Rochapea. DANIEL GARCÍA.

En Pamplona, al menos desde 2006

En Pamplona, donde el Servicio de Jardines coloca mallas en los árboles cercanos al río para su protección, un vídeo de David Arranz y Daniel García confirma su presencia en junio de 2006. "Se veían rastros, pero todavía no había documentos gráficos", explica García.

Ahora este Guarda Forestal y naturalista estima que en Pamplona habitan 4 o 5 núcleos familiares -dos adultos y las crías del año, entre una y tres-. Cifra que cree estabilizada: "tanto territorio, tantos animales. El medio aguanta una cantidad". "Este año han criado seguro en la Magdalena, porque he visto tres crías. Y en la zona de Trinitarios también porque la hembra tenía las mamas hinchadas. Por lo menos andaban tres adultos en esa zona". Una individualización basada en las cicatrices de sus colas.

De camino al río en Pamplona. DANIEL GARCÍA.

A primera hora de la mañana y a la tarde/noche, al ser animales de costumbres, "metiendo horas son fáciles de ver". Y le gustan primero porque "es un mamífero, que generalmente son difíciles de ver, más en un entorno urbano. Es un símbolo de que el río está medianamente en buen estado, y va a ayudar a mantener esa calidad en las orillas, en el bosque de ribera". Además, "aunque la introducción haya sido polémica y sin ética, ver que un animal que se extinguió por el hombre vuelve a conquistar terrenos en los que estuvo es una sensación bonita".