Ha sido denunciado por los vecinos de la Rochapea y, de hecho, ya ha sido bautizado como el Ecce homo del puente de Santa Engracia, por su similitud con el resultado de aquella pintura tan polémica de la localidad aragonesa de Borja. Se trata de una desafortunada restauración de la tajadera del puente gótico de Santa Engracia, uno de los tres más antiguos de la ciudad -junto con el de San Pedro y el de la Magdalena-, pero del que parece que el Ayuntamiento de Pamplona no ha sabido ver su valor arquitectónico, al haber permitido semejante actuación.

La intervención tuvo lugar hace unos días y ha concluido con este aspecto tan poco afortunado. Piedras de granito colocadas con poca gracia y sin ningún tipo de tratamiento que les haga confundirse con el resto, como cabría haberse esperado. Según los vecinos de la Rochapea, en 2017 “se cayó uno de los bloques de piedra de la arista del tajamán derecho del puente”, y, “sucesivamente, cayeron cinco bloques más”. Sin embargo, la restauración es una “chapuza, ya que en lugar de recuperar los bloques originales del fondo del río han tallado piedra granítica”, opinan. Hay que señalar que las actuaciones en los puentes de la ciudad, incluidas pequeñas obras, se incluyen en el contrato que el Ayuntamiento de Pamplona suscribe periódicamente para el mantenimiento y conservación de las murallas.

De la misma opinión es un experto cantero, quien indica que es lamentable, a nivel artístico, pero también de obra: “Se han colocado cuatro piedras y todas del mismo tamaño”, cuando en estas esquinas suele combinarse “piedra más larga con más corta, precisamente para “que hagan sujeción y cojan cuerpo”. Esto es un riesgo, y “en la próxima riada puede llegar un tronco e irse al carajo”. Del resultado final, este experto lamenta el uso de piedra nueva: “Tardará años en coger el mismo aspecto”, indica y añade que “en Italia, por ejemplo, se utilizan para este tipo de intervenciones un serie de productos y tratamientos que aportan la pátina necesaria de envejecido”.

Preguntado por este periódico, otro experto del patrimonio arquitectónico de Pamplona, Vïctor Manuel Egia, opinó que “hacer una restauración tan chapuza en un elemento del siglo XIII es ya imperdonable”, dijo y añadió que, según ha investigado, hay ya documentos del año 1250 y tantos que hablan de este puente y que, en origen, “fue conocido como Puente del Mazón”.

En el siglo XIII se instala allí el Convento de las Clarisas y Santa Engracia dio nombre tanto al puente, como al molino e incluso “el barrio recibió el nombre de Santa Engracia”. Egia recordó que ya en torno a 2006 se hizo otra restauración, también “irregular”, en el conjunto del puente (costó más de 10 millones de euros) y se actuó en el firme. Se echó una plancha de hormigón encima de las bóvedas de los arcos, arena y luego los adoquines: “Lo subieron demasiado y el petril del puente quedó muy bajo, lo que lo hace también muy peligroso”, concluyó. Hace unos días, una persona tuvo que ser rescatada del Arga al haber caído al río desde el puente de Santa Engracia.