ola personas, ¿cómo llevamos este fresco otoño?

Esta semana voy a hablar de varias cosas, no va a ser un paseo al uso, sino que va a ser una crónica ciudadana. Veremos algo de lo que en el ámbito cultural se ofrece, hablaremos un poco de lo que en el orden práctico se "innova", y meteremos la nariz en lo que en el patrimonio se acomete.

Empecemos por el principio. El domingo por la mañana la Pastorcilla y yo nos acercamos al palacio del Condestable de Navarra, al que quizá debiéramos llamar palacio del Conde de Lerín, ya que ambas dignidades corresponden a la misma persona, siendo anterior el condado de Lerín que Carlos III instituyera para su hija bastarda Juana de Navarra y su esposo Luis de Beaumont en 1424, que el título de Condestable de Navarra, que sustituía al de Alférez del reino, fechado en 1430. Hoy en día ostenta ambos títulos el duque de Alba de Tormes. Bien, para entendernos lo dejaremos en Condestable a secas. Como decía, nos personamos en tan principal edificio para ver una exposición de primera línea: la que en formato fotográfico cuelga Pedro Pegenaute sobre la Pamplona confinada y que titula 2020 Pamplona en casa. La exposición se compone de tres elementos: la obra en sí, que en fotografías de gran formato cuelga de las paredes, el libro-catálogo que sobre ella se ha editado y el cortometraje titulado Fragmentos de una vida.

Yo ya conocía la obra de Pedro, lo conozco a él hace años y entre mis libros se encuentra alguno de los que él tiene editados con sus maravillosas fotos. Aparejador de formación, está especializado en fotografía de arquitectura y a ello se dedica profesionalmente lo cual ya le da una ventaja para salir airoso de un reto como el que se planteó a la hora de fotografiar la ciudad. Su obra nos muestra una ciudad que en alguna de las imágenes da miedo, el tremendo vacío de zonas normalmente vivas y vividas hasta el extremo como la Plaza del Castillo, la avenida del Ejército o la calle Curia, la triste imagen de gentes enjauladas en sus casas asomadas a las ventanas como intentando aspirar un aire que escasea, las tranquilas calzadas vacías de coches que se asemejan a apocalípticas películas de desastres nucleares, registros cenitales de zonas antaño preñadas de juegos y hoy con un balón como único habitante, y un largo etcétera en el que Pegenaute nos hace recordar lo que no hace tanto que hemos vivido pero que nuestra memoria selectiva ya va olvidando quizá en un acto de auto defensa. Fue muy duro y está bien que obras como la de Pedro se hayan llevado a cabo para dar fe de lo que fue.

Técnicamente son exasperantemente perfectas, ni una línea caída, ni una desproporción, ni un mal encuadre, ni una luz mal medida. Son reales, pero no agreden, muestran con fidelidad, pero sin abrir heridas. En definitiva, un gran trabajo este que nos ha enseñado Pedro Pegenaute y que no os podéis perder. Ya solo queda esta semana, así que... hala, a espabilar.

La "innovación" a la que me refería en el comienzo de este ERP es una que ha llegado a nuestras vidas hace poco más de una semana y que me parece de premio nobel a la perogrullada. Me refiero a los contenedores de basuras con apertura a base de una tarjeta, pero... aquí ¿quién decide semejantes astracanadas?, siempre facilitando la vida al ciudadano pero al revés. Los responsables del bodrio no se acuerdan de los ancianos que justamente pueden acarrear la basura, ni se acuerdan del ama/o de casa que lleva su bolso, el paraguas, el carro de la compra y ha de tirar la basura, ¿con qué mano saca la tarjeta , la pasa, acierta a que se abra -ya que no se abren a la primera- y tira la bolsa? La consecuencia de estos supuestos salta a la vista, las zonas de contenedores están llenas de restos de quién no ha podido o no ha querido molestarse en realizar todas las tareas requeridas para tirar la giña. Yo tengo la desgracia de tener contenedores frente a mi puerta y sé de lo que hablo. A ratos la zona está inmaculada, pero eso obedece a que cada dos por tres están pasando empleados de la Mancomunidad recogiendo las bolsas que invaden las calles. En resumen, un éxito sin precedentes y encima las tarjetas son personalizadas y sirven para que estemos aún más controlados. ¿Qué será lo siguiente? ¿me pondrán un contador de gramos en el zambullo y me penalizarán si sobrepaso el peso de inmundicia diario asignado a cada ciudadano? De locos.

Y por último vamos a ver y a comentar la actuación que se está llevando a cabo en las murallas. El jueves a la mañana tuve que ir a la calle Estafeta a llevar unos libros a la librería de los Buttini, que venden como fieras, y luego seguí calle abajo para acercarme a ver que se cocía en el Baluarte de Parma. Para ello bajé Santo Domingo hasta donde estaba el portal de la Rochapea. Éste era uno de los seis que cerraban a ciudad cada noche y sus piedras se levantaban entre el final del paseo de ronda al pie del actual Museo de Navarra y el baluarte de Parma que ahora están restaurando. Probablemente sea el baluarte menos conocido de todos, su acceso era imposible, durante años hasta él llegaban las huertas de Santo Domingo que acababan en las cañoneras que dan al corte del río. El tramo más accesible es el famoso corralillo de Santo Domingo donde los toros pasan su última noche antes de emprender la carrera por las calles de lo viejo. Vi que se está trabajando a conciencia y que los canteros tiran de maza, cincel, escuadra y plomada para adecuar sillares allí donde faltan y rehacer la fortificación a imagen y semejanza de lo que había. Se están recuperando troneras y paramentos, se está desbrozando y limpiando vegetación y maleza que era el principal problema, arbustos y hierbajos se habían apoderado de todos los elementos que se encontraban más allá del murete en el que acaba el aparcamiento. Di una vuelta por toda la zona y vi esperanzado que va a ser una sorpresa lo que quedará cuando acaben. Dejando las obras a mi izquierda fui a tomar la escalera que sube tras el palacio de los Reyes de Navarra y antes de empezar a subir no pude evitar pararme a admirar un hermosísimo ejemplar de morera que, con una copa enorme de hojas y ramas que casi tocan el suelo, crea bajo ella un auténtico refugio. Subí las escaleras y tras el palacio y las adoratrices tomé ese callejón sine nomine que hay entre ambos edificios para salir a Dos de Mayo y de ahí a Carmen, Navarrería, Mercaderes y de nuevo Estafeta para volver a casa.

Me gustan mis viejas calles.

Besos pa' tos.