Símbolo de la vieja Iruña, joyica del cuarto de estar pamplonés, testigo mudo del ir y devenir de la ciudad, estrado en las manifestaciones y escenario de fiestas y celebraciones. El kiosco de la Plaza del Castillo. Antes de la Navidad, durante tres semanas ha estado vallado mientras se eliminaban hongos, líquenes o grafitis; se recolocaban sillares desplazados en los escalones o se limpiaba el oscurecimiento en las conchas de ambas fuentes.

El monumento emblemático, que no pasaba por el taller desde 1994, ha sufrido un proceso de rejuvenecimiento para recuperar todo su esplendor.

En sus orígenes, el kiosco ni presidía la Plaza del Castillo ni estaba construido con piedra arenisca y alabastro. El primogénito era de madera, se situaba delante del místico café Iruña y se erigió a finales del siglo XIX, hacia 1895, según muestra una fotografía del libro de José Joaquín Arazuri Pamplona, Calles y Barrios. El kiosco era de planta octogonal, contaba con una barandilla metálica con barrotes en forma de claves de sol y en sus ocho esquinas había molduras circulares dedicadas a los músicos navarros más insignes: Sarasate, Gayarre, Arrieta, Zabalza, Gaztambide, Guelbenzu, Gorriti y Eslava.

Cinco años más tarde, en el Domingo de Pascua, narran las crónicas de la época, se inauguró la cubierta del kiosco: una cúpula ochavada -ocho ángulos iguales y los cuatro lados alternos idénticos entre sí- rematada con una linterna. "El Ayuntamiento fue muy censurado por el gasto. A pesar de ello, se acordó rodear su base con un macizo florido y una barandilla que supuso 500 pesetas más", relata Arazuri en Pamplona, Calles y Barrios.

Allí permaneció hasta 1910. Ese año, se trasladó al corazón de la Plaza del Castillo y derrocó a una "monumental" fuente neoclásica -servía para dotar de abastecimiento de aguas públicas a la capital- del arquitecto Luis Paret y Alcázar que había presidido el espacio central durante algo más de un siglo, desde 1798. "Era cuadrada, con cuatro caños, columnas corintias, escudo en bajo relieve y jarrones sobre caños", explica Arazuri en el libro Pamplona, Calles y Barrios.

El derribo y su sustitución por el kiosco de madera no fue muy bien visto por la ciudadanía de la época. "Revolución en la plaza. La sorpresa de los pamploneses fue morrocortuda, en una noche se realizó el milagro. El traspaso se hizo en tan pocas horas gracias al señor Martincorena y sus obreros que por medio de rodillos consiguieron la hazaña", ironiza Arazuri. "Se derribó aquella monumental fuente para colocar en su lugar un kiosco para la música, auténtico armatoste de madera, antiestético y cursi", critica el historiador pamplonés.

La fuente de Peret estaba rematada por una figura alegórica de la Abundancia o Beneficiencia, conocida popularmente como la Mariblanca, que sí que se salvó. "Y casi de milagro, porque el propósito inicial era picarla y aprovechar la pavimentación de la calle Nueva", señala el historiador pamplonés Juan José Martinena Ruiz. La escultura de mármol, del burgalés Julián San Martín, se trasladó primero a la plaza de San Francisco y en 1927 se ubicó en los jardines de la Taconera, donde permanece en la actualidad.

En 1943, nuevo kiosco

El templete de madera presidió la Plaza del Castillo hasta 1943. A primeros de marzo, el Ayuntamiento sacaba a concurso la construcción del actual kiosco de piedra arenisca y alabastro y el día 22 la empresa Hijos de Erroz iniciaba los trabajos, que duraron tres meses. "El 28 de junio, a las dos menos cuarto de la tarde, quedó completamente descubierto el nuevo kiosco de piedra para los músicos, en sustitución de aquel antiguo y destartalado de madera", narra Arazuri. En total, la obra costó 260.000 pesetas.

Banda de música tocando en el antiguo kiosco. FOTO: Música y músicos en un espacio urbano

El kiosco cuenta con cuatro escaleras en curva, dos fuentes adosadas en los laterales, una balaustrada de piedra y una cúpula circular sobre ocho columnas de orden jónico. En 1971, se sustituyó la cubierta de pizarra por unas placas metálicas, en 1994 se le dio un lavado de cara y en enero de este año también se pintó la cúpula interior.

La restauración

El 10 de noviembre se iniciaron los trabajos de limpieza y restauración del kiosco, que han contado con un presupuesto de 38.000 euros. Los operarios han eliminado la suciedad en superficie, la presencia de hongos y líquenes o las fisuras o la erosión de algunos de sus elementos. También se reconstruyeron los elementos arquitectónicos esenciales dañados mediante el empleo de un mortero y como medida preventiva se colocó un sistema antipalomas sobre la cubierta del kiosco. La estructura se presenta sólida, sin problemas de estabilidad y con un aspecto general bastante aceptable.

Un operario instalando luces en el kiosco. Foto: Iñaki Porto