Ayyur tiene 7 años, lleva bien el euskera “aunque no lo controlo del todo” y le gusta Irurtzun porque “hay troncos”. Basma le pega al baloncesto, dice que le suele dar pereza ir a clase y en el patio juega a polis y cacos. Adam, que habla “pixka bat” euskera, dice que en Irurtzun “no se está nada mal”. Le gustan las piscinas e ir a entrenar -juega en el Xota- pero puestos a destacar, “lo mejor de Irurtzun son mis primos”. Rayan, con 9 años, no habla perfecto euskera, pero casi. “Lo llevo bien”. También es futbolero y juega en el Xota. Le encanta la pizza y las tareas en clase le resultan “difíciles”.

Aiman, de 11 años, es uno más del clan familiar que juega en el Xota. Con el euskera y en la ikastola se siente cómodo y opina que la gente del pueblo “es muy maja”. Omaima tiene 9 años y habla “bien” el euskera “aunque alguna palabra no me la sé. Es que desde mi primer día de escuela, cuando era pequeña, fue en euskera”. Irurtzun le convence porque “tiene sitios bonitos, montes bonitos, tiene parques, troncos...”. También está “muy a gusto” en Irurtzun Aimen. “Lo que más me gusta de aquí es la gente, todo el mundo es muy amable”, dice este karateka de 15 años, que tiene el euskera dominadísimo. “No es complicado”, afirma.

El discurso de todos es igual al de cualquier chaval de Irurtzun de toda la vida. Porque son chavales de Irurtzun de toda la vida. Pero sus padres no. Familias marroquíes que llegaron en su día a Sakana y eligieron el modelo D para la educación de sus hijos. Una apuesta por la integración para echar raíces en el pueblo que es su casa.

Las familias

Un pueblo para quedarse

“Elegí el modelo D”

“Me ofrecieron modelo D y modelo A, pregunté, reuní información y elegí el modelo D en euskera para mis hijos, sobre todo para integrarnos. Porque nuestra intención es seguir aquí. También para acceder al mercado laboral más adelante”, explica Ouarda Dira, madre de cuatro niños, todos nacidos en Navarra, que llegó a Irurtzun hace 14 años. “Es un pueblo agradable, la gente es amable y muy acogedora. Estamos muy bien aquí y vivimos tranquilos”.

Además de matricular a sus hijos en el modelo D, Ouarda también ha empezado a dar clases de euskera. “Dicen que es difícil, pero si no se intenta nunca vas a saberlo. Si hemos conseguido aprender castellano, también se puede aprender euskera. Si se insiste, se consigue. Y tengo ganas”, expresa. Además, “el conocimiento nunca pesa. Si se aprende algo, vayas donde vayas te lo llevas contigo, pero no hace falta maleta”, asegura.

“Como a mí me costó la vida sin euskera, he decidido que mis hijos lo estudien, porque pienso terminar viviendo aquí en Navarra, y para que mis hijos no tengan las dificultades que hemos tenido nosotros”, comenta por su parte Sanae Boujaja. Sus cuatro hijos también estudian en el modelo D. “Los mayores, que son gemelos y van a hacer 16 años, hablan euskera entre ellos en casa. Claro, se aprovechan porque yo no les entiendo”, se ríe. Al principio “me costó porque en las tareas les tenía que ayudar y no sabía. Pero ahora con los pequeños, de 7 y 5 años, me ayudan los mayores. Así vamos poco a poco”, explica Boujaja, que llegó a Sakana hace 20 años. “Me trajo mi padre, que estaba viviendo aquí. No es que yo lo eligiera. Ahora para dejarlo sí que me costaría. Porque para mí es el mejor sitio de toda España”, reconoce.

Sanae cuenta que en Irurtzun “nos ayudan un montón, hay muchas oportunidades. Son gente que te escucha, que te respeta. Tanto el alcalde del pueblo, en el colegio, el médico... es el mejor sitio”, insiste. En la escuela, por ejemplo “siempre se ha escuchado y se han buscado soluciones par que los niños fueran a excursiones. En algunos casos, cuando estaba la madre enferma nos ponían comedor hasta que la madre se pusiera bien... han hecho muchas cosas”, recalca.

“Están en contacto con el Servicio Social de Base y el Ayuntamiento. Aquí en el colegio también se recolecta dinero con la colaboración de la ciudadanía. Las madres se implicaban a hacer tortillas y las vendían aquí en el almuerzo. Ese dinero se reunía para la gente que luego no podía pagar alguna excursión. Siempre te ofrecían ayuda”, argumenta Ouarda.

“El que quiere vivir bien, vive bien. Pero el trabajo está un poco complicado... Con trabajo se mejora mucho la vida. Y con trabajo este es un pueblo perfecto, porque aquí hay mucha tranquilidad”, concluye Sanae.

Atakondoa

Un centro que acoge

La convivencia

Un enorme mural en el patio de Atakondoa Ikastetxea, realizado en 2017 por el artista gráfico Iker Uribeetxebarria en el marco de una iniciativa más amplia en Sakana, sirve como declaración de intenciones. Se puede leer “diversidad”, “respeto”, “no discriminación” e “igualdad” hasta en cinco idiomas: euskara, castellano, árabe, wolof, búlgaro y rumano.

Atakondoa recibe alumnado de Irurtzun y los valles de Arakil, Ollo, Goñi, Iza e Imotz. También una pequeña cantidad de Lekunberri, Larraun y Leitza. En cuanto a su procedencia cultural, el director del centro, Iñigo Zamargilea, detalla que “ha ido variando significativamente, sobre todo las dos últimas décadas”. Dice que la mayoría de alumnado de origen extranjero proviene de África, principalmente Marruecos, así como de América del Sur, con mayoría ecuatoriana. También hay buen número de alumnos cuyas familias provienen de Rumanía y Bulgaria.

Zamargilea considera que la apuesta por el modelo D en la zona “es creciente, y esto incluye también al alumnado de procedencia extranjera. Es cierto que algunas familias que proceden de contextos en los que su lengua está minorizada, lengua bereber en Marruecos o quechua en Bolivia, Ecuador y Perú, siempre han tenido una mirada especial hacia el euskara, si bien muchas otras familias sin esa experiencia han optado y están optando cada vez más por el modelo D”, dice.

La comunidad escolar de Atakondoa “ha mostrado estos años capacidad de autoorganización e iniciativa”, y cita la tortilla solidaria “permitiendo que toda la población escolar haya podido participar en actividades complementarias como excursiones o campamentos. Las normas covid-19 nos han impedido realizar esta actividad los últimos dos cursos, pero tampoco ha habido posibilidad de hacer muchas salidas. Por otra parte, el centro cuenta también con un pequeño presupuesto para atender este tipo de cuestiones”, detalla.

¿Y cómo es la convivencia entre diferentes en una misma comunidad? Para empezar, “tiene ya en sí un valor al margen de lo que esta pueda aportar a los individuos que la conforman. Vivo en paz junto a ti, siendo como soy, y tú siendo como eres; si, además, eso me aporta algo, si me enriquece, pues aún mejor. Entre la mera coexistencia y una idílica concordia está la convivencia. Ahí nos movemos”. Por otra parte, puestos a destacar algo de esa aportación, “creo que mencionaría la percepción de la diversidad humana, en todos los sentidos, por parte del alumnado”.