Un año más, no podremos disfrutar de las tardes de toros en La Monumental al son de la música de La Pamplonesa y de las bandas de las peñas. Un año más, no podremos dejarnos llevar por el ambiente taurino y el bullicio de los mozos cantando “El rey”. Sin embargo, echar la vista atrás nos puede ayudar a recordar momentos vividos y conocer un poco más la historia de la Plaza de Toros pamplonesa, que tantos acontecimientos nos ha dado.Resulta paradójico, en la situación actual de suspensión, que hace 100 años, en los Sanfermines de 1921, la capital navarra tuviera dos plazas de toros. Una situada en la parte inicial de la actual avenida Carlos III, aproximadamente a la altura de la calle Cortes de Navarra, detrás del antiguo Teatro Gayarre o Teatro Principal, y otra, la actual, construyéndose para llegar a tiempo a los Sanfermines de 1922.

La escasa capacidad de la plaza, su creciente deterioro y las exigencias urbanísticas derivadas de la construcción del Nuevo Ensanche promovieron la necesidad de construir una nueva plaza de toros, cuya idea se planteó en agosto de 1920 en el seno de la Casa de Misericordia. El Ayuntamiento aceptó la propuesta y se lo encargó al arquitecto donostiarra Francisco Urcola, autor de la Plaza del Chofre de San Sebastián (1918) y de la Monumental de Sevilla (1918).

Sin embargo, la presencia de dos plazas de toros en la ciudad no duró demasiado, ya que el 10 de agosto a primera hora de la tarde se inició fuego en la antigua plaza, prendiendo a la vez en tres puntos de diferentes palcos, que después se propagó a toda la plaza. El conserje Francisco Goñi Vicente, al advertir las llamas, avisó a los bomberos que lucharon sin descanso para frenar las llamas.

En aquella época hubo rumores de su intencionalidad, dado que existía una polémica sobre si la nueva plaza debía estar construida antes de derribar por completo la vieja. Este suceso precipitó la construcción del actual coso taurino, que se inauguró el 7 de julio de 1922 con cerca de 12.500 localidades, número importante si se piensa en el total de habitantes de Pamplona de comienzos de los años veinte. Se lidiaron toros de los herederos De Vicente Martínez, por los diestros Saleri, la Rosa y marcial Lalanda. La feria inicial tuvo un buen resultado económico, ya que se vendió el 82% del taquillaje total.

Los primeros festejos taurinos en Pamplona tenían lugar en la Plaza del Castillo, el espacio más apropiado por sus amplias dimensiones, aunque todavía alejada del aspecto que luce hoy.

Previamente, los carpinteros de la ciudad acondicionaban el espacio y acotaban su perímetro que, al resultar demasiado extenso, se reducía a la mitad mediante una galería de madera que trazaba una línea recta desde las escalerillas de San Nicolás hasta la Bajada de Javier. Las autoridades asistían al espectáculo desde la Casa del Toril, el actual nº 37 de la plaza, y además, se alquilaban ventanas y balcones de casas particulares, de manera que el aforo del coso pamplonés oscilaba entre las 5.000 y 6.000 personas. El festejo comenzaba hacia las tres de la tarde y la lidia, de entre 15 y 20 toros, incluía danzas y comedias teatrales, merienda, torico de fuego y espectáculo pirotécnico como punto final; es decir, buena parte de los actos del actual programa sanferminero.

El primer intento para construir una plaza de toros fija en Pamplona tuvo lugar en 1777, cuando la Corporación Municipal decidió solicitar los planos de las recién construidas plazas de Madrid y Zaragoza para tomarlas como referencia. El proyecto se concretó en un magnífico diseño firmado por José Pablo de Olóriz y se pensó como emplazamiento más adecuado el campo de la Taconera. Sin embargo, finalmente el dictamen real no autorizó su construcción.

Tampoco prosperó el intento realizado tres años más tarde, que proponía levantar un nuevo frente de casas en mitad de la Plaza del Castillo, lo que hubiese transformado radicalmente la fisonomía de la gran sala de estar de la ciudad.

En 1830, el arquitecto de la Diputación, José de Nagusía, presentó un proyecto de plaza de toros formada por una circunferencia 80 metros de diámetro total y 58 metros de ruedo, con capacidad para 8.000 personas, distribuidas en un tendido descubierto a modo de graderío escalonado, y dos niveles de gradas cubiertas que se abrían al ruedo mediante arcos protegidos por balaustradas de piedra. La plaza, cuya inauguración tuvo lugar el 6 de julio de 1844 se levantó en terrenos del antiguo convento de Carmelitas Descalzas, a espaldas del Teatro Principal, que recién estrenado cerraba el frente sur de la Plaza del Castillo. Sus graves defectos constructivos significaron su derribo en 1850, siendo sustituida por una nueva con idénticas dimensiones y en el mismo emplazamiento que la anterior, de la que tan solo le diferenciaba su perímetro exterior poligonal.

La nueva plaza abrió sus puertas en las fiestas de San Fermín de 1852. Conocida a través de fotografías y por figurar en algunos carteles de San Fermín de la época, la Plaza de Toros levantada en el solar de Descalzas acogió los festejos taurinos durante casi 70 años, hasta que en la segunda década del siglo XX se planteó su demolición y la construcción de una nueva. Entre los motivos que justificaban tal decisión se encontraba su reducido aforo ante la cada vez mayor afluencia de espectadores y, principalmente, la expansión de la ciudad a través del Segundo Ensanche diseñado por Serapio Esparza, que obligaba a derribar el Teatro Gayarre y la Plaza de Toros para dejar vía libre a la avenida de Carlos III en su conexión con la Plaza del Castillo.

La nueva plaza se construiría a escasamente 150 metros de la vieja. Posteriormente, sufriría numerosas reformas, como la ampliación vertical en altura realizado a finales de los años sesenta por el arquitecto Rafael Moneo o la restauración del escudo republicano que preside la fachada principal desde la II República, que por increíble que parezca, sobrevivió intacto a la dictadura franquista.