- La Residencia Nuestra Señora de Gracia de Tudela (La Milagrosa) pondrá fin a su confinamiento el próximo 7 de mayo, cuando cumplan 45 días de aislamiento, y si todo sigue tan bien como hasta el momento (cuando llevan 34 días) ninguno de los 85 residentes habrá contraído la enfermedad del COVID-19. Está comunión entre trabajadoras y residentes tuvo ayer una fiesta de celebración de la Primavera, algo que, por las circunstancias, no habían podido festejar aún.

De esa forma, el 7 de mayo, los trabajadores de turno de mañana y los del turno de noche volverán a sus casas después de un esfuerzo que parece haber dado sus frutos.

Pese a que el otro centro que también tuvo esta experiencia, la residencia San Jerónimo de Estella, ya ha puesto fin a su confinamiento, la directora de La Milagrosa, Begoña Moreno, explicó ayer que “teníamos ya toda la infraestructura y la organización montada para hacer así estos relevos, así que nos mantenemos y seguimos hasta el 7 de mayo en confinamiento. A partir del día 8 ya estaremos con todos los EPI y las medidas preventivas necesarias pero sin pernoctaciones”.

De esta forma, Moreno apuesta por “no cambiar la hoja de ruta que nos está funcionando muy bien” y los datos lo confirman. Como destacó ayer una de las residentes, Mary Llamazares, “yo ya no las llamo trabajadoras, sino cuidadoras que con Begoña al frente forman todas un equipo de quitarse el sombrero. Aquí no entra nadie, ni bichito ni nada, estamos encerradas a cal y canto y muy protegidas gracias a ellas”. Mary no duda en afirmar que desde que entró en la residencia, hace un año y dos meses, “estoy sin parar dando gracias por la suerte que he tenido con esta residencia”.

En el centro se encuentran ahora 22 trabajadoras de las alrededor de 45 que tiene la plantilla y hace dos semanas realizaron un relevo en el personal.

Moreno destaca que en este tiempo de convivencia se descubren “aspectos muy bonitos y positivos. Lazos entre compañeros, conocernos más allá de nuestras labores y también la convivencia con los mayores, con quienes compartimos esos sentimientos de soledad ante la ausencia de las familias. Es bonito ver que estamos todos en la misma situación”. También el hecho de vivir en un edificio las 24 horas y no verlo como un centro de trabajo descubre nuevos aspectos a los ojos de quien ahora convive con los residentes, “te pones en sus ojos. Al trabajar desde fuera y no vivir, es algo que no experimentas y cuando vives en un centro te da para pensar y percibir otras cosas que desde fuera es diferente y pueden servir para mejorar”.

Sumergida con los residentes en mitad de una celebración y una Fiesta Hippy, la directora señala que en un principio auguraba que “la convivencia iba a ser más difícil” pero la presencia constante “compensa otras ausencias y ven que no están solos”. De hecho, el confinamiento les ha permitido seguir realizando actividades, seguir manteniendo contacto entre los residentes con el bingo, partidas de cartas o dominó”.

Aunque en este tiempo los residentes no han seguido de cerca la actualidad si conocen lo que ha pasado, “tienen amigos y familiares en otras residencias y saben las situaciones difíciles que han pasado, aquí han llevado una vida normal sin estar aislados en sus cuartos”.

Mary Llamazares, residente, señaló ayer destacó ayer el trato que dan “a los abuelos. Yo soy mayor pero no me considero abuela y trato de ayudar en lo que puedo”, indicó. Destacó como “un acto de generosidad y valentía máxima” que decidieran dejar a sus familias y quedarse con ellos. “¡No sabes qué dedicación, que generosidad, que cariño. Qué delicadeza y qué categoría de personas!”, insistió. Mary, a sus 88 años, reconoce que “a mí no me iban nada los mayores y ahora los quiero muchísimo. No sabes qué tranquilos estamos todos. Los que no se enteran, porque no se enteran, y los que nos enteramos no tenemos nada de miedo sino mucha confianza en ellos”, concluyó.