El Ayuntamiento de Tudela ha olvidado el bicentenario del nacimiento de uno de los sus músicos más insignes, quizás el más reconocido internacionalmente, Joaquín Romualdo Gaztambide Garbayo. Su nombre se encuentra en el kiosco de la plaza de los Fueros, cuenta con una calle y además su apellido da nombre al único teatro de la ciudad.

Gaztambide, que cuenta con calles en Madrid, Pamplona y en Málaga, nació en Tudela el 7 de febrero de 1822 y su nombre es referente nacional de un género que contribuyó a difundir y es exclusivo de este país, la Zarzuela. De hecho, junto con otro nombres como Barbieri o Chapí, contribuyó a la difusión del género chico con obras como La mensajera, El sueño de una noche de verano, La cotorra o El juramento, por citar solo 4 de las cerca de medio centenar que compuso. Su relevancia fue tal que compró, junto con otros compositores, el teatro llamado La Zarzuela, que aún existe en Madrid. El compositor de algunas de las partes de la Novena de Santa Ana que cada año se interpreta en Tudela murió el 18 de marzo de 1870 y enterrado en Madrid.

Si bien en Pamplona si se ha organizado un concierto-conferencia, Tudela se ha olvidado de él hasta el punto de que el equipo de gobierno de Navarra Suma no ha organizado ningún evento, ni acto, ni reconocimiento para uno de sus tudelanos más insignes, cuyas composiciones se escuchan incluso en la Novena de Santa Ana y que ni siquiera tiene el título de hijo predilecto.

Pero si memorable fue su vida (ha sido más reconocido en el resto de España que en su propio pueblo) no lo fue menos el traslado de su cuerpo a la capital ribera con la idea de construir un mausoleo que albergara sus restos coincidiendo con el primer centenario de su nacimiento. Su historia acabó en uno de los episodios más rocambolescos de la historia de Tudela. La ciudad entonces le quiso homenajear a lo grande, pero cien años después el Ayuntamiento de su localidad natal no ha realizado ningún acto para su divulgación.

Hacia tudela

En 1920 este insigne tudelano había sido enterrado en el cementerio Patriarcal de Madrid, que se encontraba en un estado ruinoso. El Ayuntamiento madrileño iba a trasladar sus restos al cementerio de Hombres Ilustres pero el Consistorio de Tudela creyó que era el momento oportuno de traerlo a casa, construir el panteón que merecía y rendirle el homenaje que no había tenido.

El 17 de marzo de 1921, un gran desfile por las calles de Madrid despidió a Gaztambide, incluso su cuerpo fue paseado por delante de varios teatros (Reina Victoria, Comedia y Zarzuela -que había fundado-) y acompañado de escritores, músicos y literatos de Madrid, como Pedro Muñoz Seca, que depositó una corona de flores sobre su ataúd (que tenía una ventana de cristal a través de la cual se veía su rostro y su barba).

Aunque había fallecido 50 años antes el cadáver se conservaba bastante bien ya que el Museo Antropológico de Madrid lo había embalsamado tras extirparle el hígado una vez muerto, dadas sus considerables proporciones.

Tras pasar la noche en una iglesia, fue cargado en el tren que le llevó a Tudela el 18 de marzo (una fecha elegida para hacerla coincidir con el día de su muerte), acompañado del alcalde (Ruperto Cuadra) y autoridades como el diputado Méndez Vigo que viajaron con el ataúd. A su llegada, el cuerpo de bomberos de la capital ribera lo depositó en la sala de espera de la estación donde habían creado una especie de velatorio y fueron quienes lo vigilaron con música de Chopin hasta las 11.00 horas. Entonces se formó la comitiva que desde la estación le llevó a la catedral y al Ayuntamiento.

La procesión estaba formada por tanta gente que en aquella Tudela de 10.000 habitantes fue difícil que alguien no asistiera. Además de la Corporación, diputados y cargos religiosos, marchaban también los familiares de Joaquín Gaztambide y detrás de ellos los bomberos, alumnos del colegio de huérfanos en fila de a dos, la casa de Misericordia, la Policía, los serenos, Guardia Civil, banda de música, una representación del regimiento de Calatrava, representantes de la asociación de la prensa, el juez de instrucción y un sin número de instituciones y colectivos más.

En la catedral se le presentó ante Santa Ana para luego pasearlo por delante del Ayuntamiento para llevarlo a la plaza de Los Fueros , donde a las 13.15 se le despidió y se trasladó, por fin, al cementerio. Muy acorde con el carácter tudelano, llama la atención que se preparara tanto acto y tanta pompa para que, por contra, al llegar al camposanto no hubiera ningún panteón o nicho preparado para enterrarlo. La familia Garbayo debió ceder su capilla hasta que se construyera el tan anunciado mausoleo para su homenaje (razón por la que se había traído su cuerpo a Tudela).

Pero pasaron los meses, los años y las décadas y nadie se acordó del mausoleo.

¿Dónde está Gaztambide?

Durante 34 años, la caja descansó en esa capilla sin que nadie se preocupara del insigne tudelano hasta que, el 23 de diciembre de 1955, la recién creada comisión para levantar el panteón (formada por el también músico tudelano Fernando Remacha, el médico José María Remacha y el secretario del Ayuntamiento Esteban López de Goicoechea) decidieron, por curiosidad, abrir el ataúd para ver los restos.

Ante su sorpresa, y la de enterradores y curiosos que habían acudido, lo que iba a ser un mero trámite se convirtió en tema de polémica que se prolongaría durante meses. En lugar del cuerpo de Gaztambide aparecieron los restos de unos zapatos de tacón que, tras un detenido análisis del médico, se dedujo que pertenecían a una mujer de avanzada edad de alrededor de 1,55 centímetros de estatura.

Ninguno de los presentes sabía qué hacer y se tiraban de los pelos al pensar que podían haber construido un mausoleo en memoria de un cuerpo que no era el del autor tudelano. Ante tal posibilidad, el grupo para erigir el panteón se transformó en comisión para investigar la desaparición de los restos de Gaztambide.

Desde ese día, y durante bastante tiempo, corrieron ríos de tinta tanto a nivel local como nacional y periódicos como ABC relataban a diario las peripecias de la investigación a cuyas dudas se añadió que los herederos de Joaquín Gaztambide señalaban que su cuerpo no había salido de Madrid y se encontraba sepultado con los restos de su mujer, Susana Aguader.

Después de numerosas entrevistas y revisión de documentos se llegó a dos conclusiones: Que el cadáver de Gaztambide fue el que salió de Madrid y que el féretro destapado en Tudela era el que llevó los restos del compositor. Testigos del traslado de 1921 así lo confirmaron. Los misterios comenzaron con el hecho de que el modelo de ataúd elegido en 1870 era el mismo que llegó a Tudela y que las sábanas que envolvían el cuerpo para amortajarlo fueron las que se colocaron también en 1870, además de encontrar dentro sales como las que vertió la funeraria en su entierro en Madrid. También se descubrió que la capilla donde se encontraba el músico hasta 1921 se derrumbó y con él, entre escombros, había otros ocho cuerpos, por lo contrataron un guarda para velar el cadáver hasta que llegó la representación de Tudela. Fotografías de la época demostraron que la caja que salió del cementerio fue la misma que abrieron en Tudela en 1955.

Por otra parte, 20 años después de su llegada a la capital ribera, en 1941, los Garbayo movieron de nicho el ataúd de Gaztambide para colocar a otro familiar. Sin embargo, los enterradores aseguraron que colocaron una nota con la palabra “Gaztambide” para identificar la caja movida, por lo que tampoco entonces se produjo la pérdida del cuerpo. Por último, hubo testigos que aseguraron que vieron su rostro en la caja en 1921, en Madrid y en Tudela. Entonces ¿quién era la fallecida? ¿Cómo se produjo el cambio? ¿Dónde está Gaztambide? No hubo mausoleo y hasta ahora no hay respuestas.

LOS SUMARIOS

LOS SUMARIOS

A lo largo de su carrera compuso 50 zarzuelas, siendo uno de los más relevantes del paísEn 1921 se trajo a Tudela su cuerpo para hacer un mausoleo, en 1955 se abrió y los restos eran de mujer