Cuando una persona cercana a nosotros desaparece, por lo general se suele mirar atrás, para poner en valor aquellas cuestiones, las más positivas, que esa persona ha tenido en vida. Nobleza, lealtad, integridad, compañerismo, perseverancia, fortaleza, generosidad y alegría, son algunas de las características que sus compañeros de trabajo mencionan cuando se les nombra a Alfredo. Tremendamente respetado por todos ellos, conocido por su dedicación en el trabajo y su compromiso tenaz con sus ideales y creencias, generoso y solidario con quien lo necesitaba, era de carácter sencillo, libre para decir cuanto pensaba, siempre positivo y alegre. Contagiaba sus ganas a quien le rodeaba, y nos convertía a todos en personas mejores.

No estamos ante una persona que fuera partidaria de muchos elogios, sino más bien de una persona combativa, un activista con ideas sencillas, y muchas, muchas ganas de luchar y pelear para conseguirlas. Y práctico. Seguro que, si pudiera, él dejaría de lado tanta alabanza y se pondría manos a la obra para ver cómo mejorar el mundo en el que le ha tocado vivir, y lo haría como siempre, con la constancia y la fuerza que ponía en lo que hacía, y con la exigencia, propia y ajena, para que las cuestiones que se empezaban, se acabasen.

La dedicación que mostraba en su trabajo la compensaba después con el disfrute de su tiempo libre. Siempre ha considerado sagrada esa parte de su vida, y la disfrutaba al máximo. Precisamente se encontraba disfrutando de unos días de descanso cuando le ha llegado su momento, inesperado. Su muerte supone una gran pérdida para su familia y amigos. Pero también para nosotros, sus compañeros de trabajo, para la Policía Foral, y para la sociedad a quien servía. Ojalá que su ejemplo valga para que otros sigan su camino.

Alfredo, hoy te recordamos y acompañamos a tu familia y amigos. Mañana seguiremos defendiendo los mismos ideales que tú tenías, intentando que tu legado permanezca y se enriquezca. Descansa en paz, no te olvidamos.