Resulta difícil resumir lo que una “amatxo” significa para los suyos, porque lo es TODO.

El martes falleció la nuestra, Aurelia Murillo (viuda de Honorio Ibarra Villanueva). Una mujer excepcional como madre y persona, pero también, y sobre todo, un ejemplo de vida.

Nacida en tiempos difíciles, en un entorno rural, le tocó compaginar las, ya de por sí duras tareas de una casa de campo, con la crianza de sus siete hijos.

Pero ella desde joven apostó por la vida en el pueblo. Le gustaban la casa, la labores agrícolas y como a otras mujeres de su tiempo, no le asustaba el trabajo.

Pero si hablamos de una mujer y madre excepcional, es porque logró simultanear sus obligaciones domésticas, con unas amplias inquietudes culturales poco frecuentes en el entorno en que le tocó vivir.

Dotada de una inteligencia natural privilegiada, su hambre de conocimiento le llevaba a devorar cuantos libros se ponían a su alcance. Ordeñar las vacas, coser, limpiar y cocinar, se simultaneaban con una lectura casi compulsiva, lo que le dotó de una amplia cultura humanística que le permitió incluso, en sus años mozos, ejercer de maestra sustituta en algunas escuelas de valle.

Siempre se acompañaba de un pequeño diccionario que consultaba constantemente.

Su afición a la historia y su memoria prodigiosa, le convertían en un tesoro de conocimiento al que acudimos a consultar fechas, nombres y costumbres locales.

Amante excepcional de la música clásica, tocaba desde su juventud el órgano en la parroquia de Mezkiritz y conducía el coro parroquial que, con el esfuerzo conjunto de sus cantoras, alcanzaba una notable calidad.

Como aficionada a la música e historia conocía las biografías de todos los músicos clásicos.

Supo transmitirnos a los hijos el amor al estudio y se esforzó, junto al aita, más allá de lo imaginable en darnos estudios, lo que consiguió.

Gran aficionada a Osasuna también nos intentó transmitir la afición por su equipo favorito, pero esto último con menos éxito.

Estas cualidades le hicieron merecedora del aprecio de sus convecinos y nos facilitaron sus cuidados en sus últimos meses en que, ley de vida, su privilegiada cabeza no se veía acompañada por el resto del cuerpo.

Murió así arropada en el amor y admiración de sus nietos que siempre disfrutaron de sus conocimientos e historias.

Rendimos aquí homenaje a una mujer y madre, como representante de una generación de mujeres, que han tenido que luchar contra los tiempos en que les ha tocado vivir.

Agur amatxi maitia. Sit tibi terra levis.

*Tus hijos Julia y Eduardo, Orreaga y Jaime, Amparo e Iñaki, Nicolás y Rosa, Mª José, Martín y María, y Honorio; y nietos Jone, Maider, Oier, Andrés, Nicolás (fallecido), Irati, Lua, Lorea, Maddalen y Amaiur

Los nietos y nietas de Aurelia Murillo posan en el cementerio tras el funeral de la amatxi. Cedida