Uno, que es de cerca de Donostia, tomó la ruta del Pirineo en dirección Toulouse. Atravesando las tierras del Viejo Reino, en el coche sonaba Xiberoko botza, una emisora estupenda que nos decía adiós a nuestra tierra conforme se perdía la señal, cosas del mundo analógico. 

Acercándonos a Foix el paisaje ya estaba transformado. Las estribaciones del Pirineo tocaban las aguas del río Ariège y el túnel de Envalira era la ventana que de sopetón, te mostraba Andorra. Picos enormes, rocas superelegantes, brillando al sol con las últimas nieves de primavera. 

Llegamos a Andorra La Vella, la capital del principado. El río Valira ruge como un poseso. Subimos en ascensor hasta el que fue el Parlamento de Andorra, la Casa de la Vall. Piedra y madera dando forma a un edificio fuerte y solemne. La visita te traslada a los tiempos de las seis parroquias de Andorra, que actualmente son siete. Parroquias que tenían su sillón en el Parlamento. 

Junto a la Sala de los Pasos Perdidos está la más importante estancia, el Salón de plenos, y en una esquina está el Armario de las siete llaves. Sin todas ellas es imposible abrir el cofre donde se guardaban las leyes, procedimientos y todo lo que fuera importante para el Principado. Hoy cumple una función ceremonial.  

Panorámica del valle de Incles.

Panorámica del valle de Incles.

En la terraza exterior se encuentra el nuevo edificio del Consell General. Lo viejo y lo nuevo comunicados. Lo que se mantiene igual es la montaña que les da sombra y cobijo.

No muy lejos, una curiosa construcción nos llama la atención: es el Espai Columba, un lugar donde tienen en su primera planta el original de los murales que en su día fueron arrancados de la iglesia de Santa Coloma. La historia de las pinturas es increíble, propia de una tierra como Andorra. Arrancaron de la piedra el fresco utilizando unas técnicas un tanto peculiares, las pinturas fueron compradas por un marchante, luego, en la Segunda Guerra Mundial, desaparecieron en unos inmensos almacenes. La Alemania democrática trabajó en encontrar a los legítimos dueños de muchísimas obras de arte, entre ellas las pinturas de Santa Coloma. Y así hasta hoy, cuando podemos disfrutar de estas pinturas en una bóveda construida exprofeso para salvaguardar los originales. Verlas tan cerca, casi tocarlas, es una experiencia que recomiendo a todo el mundo que visite Andorra.

Al lado, cruzando la carretera queda la bonita iglesia de Santa Coloma, la que sufrió esta amputación en su interior. Un impresionante mapping de lo que fue el fresco pintado en su lugar original nos recrea el lugar con gran realismo. ¡Visita completa!

Ordino y más

Nos acercamos a Ordino, un lugar que fue la base de la industria del hierro andorrano hasta mediados del siglo XVIII. Ordino tiene un par de lugares en su casco urbano muy bonitos. Son la casa Rossell, con su plazoleta e iglesia propias, y la casa Areny-Plandolit. Dos casas solariegas donde los herrajes de sus balcones nos indican que eran la propiedad de las dos familias más importantes del lugar. Familias dedicadas a la industria del hierro. 

La casa Areny-Plandolit es de propiedad pública, un museo que se puede visitar. La entrada a través de las antiguas caballerizas es preciosa, y el patio interior una pasada. El edificio tiene unas mini torres que recuerdan a la arquitectura defensiva de los castillos medievales.

Nos alejamos del caso urbano y subimos hasta la mina de Llorts, punto de arranque de la Ruta del Ferro. Nosotros no estábamos por la labor de hacer toda la ruta, así que nos apuntamos a un bonito recorrido a orillas del río Valira de Oriente. El valle es increíble, bosques, prados, agua y para rematar unas preciosas esculturas del francés Rachid Khimoune dan al lugar ese toque mágico. El conjunto escultórico está trabajado a partir de fragmentos de hierro de las alcantarillas de diferentes ciudades del mundo, que dan a cada escultura ese carácter étnico tan especial.

Visitantes en la iglesia de San Coloma.

Un banco situado estratégicamente permite disfrutar del paisaje. Abajo, junto al sendero de la ruta, se encuentra otra escultura elegante e irónica a la vez. Es la conocida como Endless, un trabajo del artista holandés Mark Brusse. En la obra, instalada junto al puente de l’Estarell, dos hombres intentan mover una vagoneta.

Entre caminar y caminar, la sed apareció así como de improviso. Cerca nos esperaba Joan Armengol, propietario de la cervecería Boris. Boris fue un curioso personaje de la historia moderna andorrana, su rey efímero a mediados del siglo XX. De origen ruso, no sabemos si le gustaba más la cerveza o el vodka. La verdad es que la actual Boris es agradable, con personalidad, y fresca, muy fresca. Seguro que a Boris Skósyrev le habría encantado.

Repuestos, remontamos hasta el valle de Sorteny. Nos encontramos en un paraje declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco. El biólogo Manel Niell va a ser nuestro guía de lujo. Su charla es interesantísima, nos va guiando por el camino enseñándonos todo lo que puede en este paraíso que es el valle. Entre pinos negros, abetos y pinos rojos llegamos hasta un coqueto jardín donde tienen plantadas flores y muchas plantas; las venenosas son las que llaman mas la atención. Foto con el valle de Sorteny al fondo, y a cenar. Ágape estupendo a base de canelones a la andorrana, elaborados por el chef Marcel Besli, una receta que lleva en el Celler d’en Toni casi sesenta años a disposición de los comensales, por algo será.

En bici

Ya de mañana, nos preparamos para subir hasta la cima de Vall Nord, un referente en el mundo de la bici de descenso, del deporte extremo de la enduro. Es uno de estos deportes contemporáneos que tienen en el riesgo controlado y la adrenalina a borbotones como su más fiel acompañante.

En Vall Nord se suele celebrar el campeonato del mundo de descenso en bici. Suele ser en verano, cuando en las pistas y bosques no queda huella de la nieve que en invierno ha sido la delicia de los aficionados al esquí. Ahora, con los prados, laderas y bosque verdes, los especialistas de Vall Nord-Pal Arinsal preparan el terreno para que los incautos bicicleteros desciendan hasta el fondo del valle atravesando todo lo que hay. La velocidad es importante. pero aún mas los reflejos para sortear obstáculos, los nervios han de ser de acero para no dejarse intimidar por el paisaje. Miedo no, pero respeto al entorno y concentración total, sí. Este cicloturista de ciudad ni se montó en la bici, ni por supuesto, hizo un mini descenso en la pista preparada para los niños enfrente de la estación invernal. Fue suficiente con ver cómo los especialistas desaparecían ladera abajo, a una velocidad impresionante cubiertos por el bosque de pinos. Para quitar el hipo vamos. 

Sin hipo pero con apetito, que el aire pirenaico de Andorra es magia para la gula, llegamos sanos y salvos hasta la Era d’En Jaume, la casa de comidas de Pep Ramos sita en Llorts. Pep es un ilustre personaje, que además de gran cocinero es un gran conversador. Su arroz de montaña con butifarra negra estaba espectacular. 

En el santuario

El arroz de montaña es un plato tradicional del Principado, y el rito de su preparación es casi religión. Y hablando de ritos y de fe, Andorra tiene en la Virgen de Meritxel a su santa patrona. El Santuario de Nuestra Señora de Meritxel es lugar de culto y peregrinaje. Aún hoy, hay diversidad de opiniones frente a la fábrica levantada por Bofill a raíz del aparatoso incendio que sufrió la iglesia original en 1972. En aquel trágico momento, la imagen románica de la Virgen desapareció, y de la iglesia apenas quedaron un par de paredes. 

Bofill fue el responsable de levantar una nueva basílica en un entorno montañoso, abrupto, precioso. Y para este humilde servidor, acertó con su propuesta. La nueva basílica es potente en su forma y materiales, limpia, mimetizada en el paisaje; en su claustro interior la naturaleza se integra perfectamente y el cielo está a mano. La iglesia como tal, con planta de cruz griega, tiene mucha luz. Quizás le falte la intimidad de las oscuras iglesias del románico, pero el conjunto es a la vez grandioso y discreto. Falta estar en una ceremonia cuando el humo del incienso se eleve a las alturas.

Y en las alturas, entre los pueblos de Tarter y Canillo, se encuentra un valle de ensueño, el valle de Incles. Un lugar más bonito que una postal. Riachuelo, prados, iglesia, bordas desperdigadas y un final de carretera que te deja delante de unas inmensas masas rocosas grises coronadas por la nieve. Simplemente perfecto. A veces, lo construido por la naturaleza gana a lo levantado por la mano humana, y puede que así sea en el caso de Incles. 

A lo mejor, el Mirador del Roc del Quer sea el ejemplo de lo contrario, cuando la mano imaginativa de la humanidad gana o mejora lo que ya existe. El mirador se abre al abismo frente al valle de Mountaup. Ver el minúsculo balconcillo desde la profundidad del valle no permite imaginarse lo que se puede experimentar desde el propio mirador. Son veinte metros de pasillo que cuelgan de la inmensidad de los 500 metros de vacío y que se abren bajo los pies de la persona que se atreve a llegar hasta el final del ventanal infinito, para contemplar una vista única en el mundo de los valles de Mountaup y Valira de Oriente. 

A la izquierda contempla esta maravilla un pensador esculpido en bronce, obra del artista Miguel Ángel González. El viento, que sopla fortísimo, hace que la aventura de acercarse al final del balcón imposible sea toda una hazaña. Merece la pena el esfuerzo, el vértigo desaparece, la vista es mundial.

+ Info

https://visitandorra.com/es/


Algo de mágico tiene el mirador y algo mágico son los y las tamarros que viven dispersos en la geografía andorrana. Son unas esculturas de madera, preparadas con un buzón donde los infantes pueden dejar sus pequeñas piedras, a modo de señal mágica. Tamarros siempre han existido en la cultura pirenaica, su labor era, y es, la de ser guardianes de los bosques, de mantenerlos impolutos. Seguir la ruta de las y los Tamarros es conocer una Andorra llena de misterio y encantamiento.