¿Qué fue de Sorotan Bele, el grupo de amigos del mítico 'Arratsalde honetan'?
En 1990, un grupo de siete amigos a los que les gustaba tocar música se juntaron para crear uno de los grupos más famosos de la historia de la música en euskera. Aunque su carrera no fue muy larga, 30 años después siguen en la mente de muchos
“Itxaroten ari gera arratsalde honetan. Zerbait aurkeztekotan jende honen aurrean. Hemendik ateratzeko kanta berri baten bat. Zuek ez aspertzeko arratsalde honetan. Honetan, honetan, honeta-a-an...”. Estas palabras, entonadas una y otra vez con una melodía alegre y envolvente, acompañadas de una mezcla de instrumentos que suenan a juventud, a cuadrilla y a pueblo en fiestas, forman parte de uno de los himnos más queridos de la música euskaldun.
Unión de forma casual
El grupo nació en 1991 en Hondarribia, un enclave donde la música popular y las ganas de crear se funden con naturalidad. Sorotan Bele no fue una invención de discográfica, ni un experimento de laboratorio. Fue, simplemente, la unión de siete jóvenes con talento, afinidad y pasión por la música.
La historia del grupo arranca con tres amigos: Urbil Artola y Gorka Sarriegi, compañeros de instituto, y Mikel Errazkin, amigo de Urbil. Comenzaron a quedar para tocar la guitarra sin otra intención que compartir un rato y dejarse llevar por el sonido. La química entre ellos fue tal que pronto Gorka y Mikel empezaron a componer canciones propias. Fue entonces cuando decidieron invitar a otros músicos de su entorno, conocidos y cercanos, como Mikel Izulain e Itziar Amiano. Con cinco integrantes, les surgió la necesidad de encontrar un espacio donde ensayar. Algunos estudiaban en el Conservatorio de Lezo, así que pidieron a los profesores que les prestaran una sala para reunirse. Les dijeron que sí. En ese espacio se unieron finalmente Ritxi Salaberria, y Aitor Etxaniz.
La media de edad del grupo rondaba los dieciséis o diecisiete años. Eran jóvenes, entusiastas y tenían hambre de música. Todo lo demás vino después. Incluso el nombre, Sorotan Bele, fue fruto de una lista de opciones que manejaron durante los primeros ensayos. Aunque Atalaia sonó con fuerza como posibilidad, la cercanía con el nombre de otro grupo ya existente, Atabal, les hizo descartarlo. Finalmente, eligieron uno que pronto tendría identidad propia y una resonancia especial en Euskadi.
División de papel
La voz principal estaba en manos de Gorka Sarriegi, un vocalista con carisma y potencia, capaz de transmitir emoción sin artificios. A su lado, Urbil Artola, con la guitarra siempre a punto y una intuición melódica que definía buena parte del sonido del grupo. El bajo lo firmaba Ritxi Salaberria, aportando estructura y profundidad a cada tema.
El ritmo lo marcaba Aitor Etxaniz, batería del grupo, cuya energía y precisión eran esenciales en los directos. A ellos se sumaban los matices melódicos del violín de Mikel Izulain, que aportaba ese toque entre folk y clásico que se volvió característico en la banda. Itziar Amiano, al teclado, completaba la paleta sonora con atmósferas que oscilaban entre lo íntimo y lo eufórico.
Y, por supuesto, estaba Mikel Errazkin, flautista, compositor y alma del grupo. Su creatividad musical y sensibilidad artística fueron esenciales en el nacimiento de temas tan memorables como Arratsalde honetan.
Trayectoria corta pero intensa
El grupo de música celta vasco, que fusionaba el sonido folk con tintes pop, publicó su primer disco, Sorotan Bele, en 1992. Fue un debut que rompió esquemas: melodías pegadizas, letras poéticas y una propuesta fresca que se apoyaba en raíces tradicionales pero no se ataba a ellas. Nadie esperaba que tuviera demasiado éxito, pero acabó vendiendo 40.000 copias en Euskadi. Y fue el pistoletazo de salida para dejar de tocar en bares con 7 personas de público y hacerlo delante de grupos multitudinarios que coreaban sus canciones.
Le siguió Mundu hegian, en 1994, una evolución natural de su sonido, más maduro y lleno de matices con el que consiguieron vender 25.000 copias. En 1996 lanzaron Jon-en kezkak, un álbum en el que optaron por cambiar un poco el estilo respecto a los anteriores. Desafortunadamente, no tuvo tanto éxito como los trabajos previos, vendiendo solo 5.000 copias.
Pero con solo tres discos dejaron una huella profunda, se convirtió en himno generacional y todavía hoy se corea en fiestas, conciertos y reuniones familiares. El 30 de noviembre de 1996, dieron su último concierto.
Cada uno por su camino
El grupo se disolvió en 1998, y los caminos profesionales de cada uno comenzarón a ir por separado. Todos continuaron vinculados, en mayor o menor medida, al mundo cultural o musical.
El primero en dejar el grupo fue Mikel Errazkin, quien en 1994 se vio obligado a abandonar la formación tras sufrir una trombosis que le dejó secuelas duraderas. Estas secuelas afectaron especialmente a su movilidad y a su capacidad de dicción, pero no lograron apartarlo de su auténtica pasión: la música.
A pesar de abandonar el grupo, Mikel supo reinventarse profesionalmente, abriéndose camino como productor musical, arreglista, técnico de sonido y responsable de su propio estudio de grabación. Con la creación de su sello discográfico, Hirutsa Récords, logró cumplir uno de sus grandes sueños, consolidando su compromiso y amor por el mundo musical. Actualmente, la discográfica cuenta con más de treinta títulos en su catálogo, abarcando una amplia variedad de estilos y reflejando la versatilidad y dedicación de Errazkin a lo largo de los años.
El grupo sufrió un duro golpe en 2008, cuando falleció Mikel Errazkin, flautista y compositor del grupo. Su muerte supuso un golpe profundo para sus compañeros. Su presencia era más que instrumental: Mikel era el motor, alma y esencia del grupo.
Más que un grupo
A día de hoy, el grupo sigue muy vivo y, de vez en cuando, se reúnen para ofrecer conciertos o participar en eventos especiales, donde el público tiene la oportunidad de volver a disfrutar de su música en directo.
Sorotan Bele no solo fue un grupo musical. Fue un fenómeno emocional. Un ejemplo de cómo hacer música desde la raíz sin perder frescura. Su legado vive en canciones que han superado generaciones, en letras que se siguen coreando, en una forma de entender la cultura vasca que combina tradición y modernidad.
A día de hoy, la música de Sorotan Bele sigue viva en la memoria colectiva. Los caminos de sus integrantes se han diversificado, pero todos guardan en común ese legado compartido, ese impulso juvenil que transformaron en canciones que siguen tocando fibras. La historia de Sorotan Bele es la historia de cómo siete amigos con talento y pasión convirtieron una sala del conservatorio en el origen de algo eterno.
Su historia no se mide por la cantidad de discos vendidos ni por números en plataformas digitales. Se mide por las veces que alguien, en medio de una comida familiar, una noche con amigos o una romería, grita aquello de “arratsalde honetan!” y automáticamente todos, absolutamente todos, se suman al canto.
Porque, aunque el grupo ya no esté sobre los escenarios, el recuerdo de Sorotan Bele sigue resonando. Fuerte. Claro. Y, sobre todo, compartido.