Aquí al movimiento scout se le llama eskaut y se articula a través de Euskalerriko Eskautak, una organización fundada en 1959 y que en la actualidad hace gala de un óptimo estado de salud. La federación vasca representa a los territorios de Bizkaia, Álava y Navarra, y cuenta con más de 40 grupos y “3.000 niñas, niños y adolescentes”, además de 400 monitores voluntarios con “titulación oficial”. Gipuzkoa no figura en “el movimiento educativo de tiempo libre más numeroso de Euskal Herria”. El militar y escritor inglés Robert Baden Powell sentó las bases del movimiento scout en el mundo con el libro Escultismo para muchachos en 1908. Mikel Aspano, un joven de Santurtzi de 26 años, lleva vinculado al escultismo desde que era pequeño: con 7 años ya había entrado al grupo eskaut de su pueblo. Poco a poco se fue implicando cada vez más, realizó todo tipo de tareas (desde monitor a responsable de comunicación) y en septiembre de 2023 fue designado presidente de Euskalerriko Euskautak Bizkaia. Aceptó el cargo “tras darle muchas vueltas”, ya que tuvo que abandonar su puesto como ingeniero de software en la multinacional Accenture para dedicarse en cuerpo y alma a una labor que requiere una amplia disponibilidad horaria. “Termina compensando”, apunta Aspano. 

¿Qué les diría a los que creen que el escultismo es una catequesis con amigos en el campo?

-Esta imagen preconcebida tiene mucho que ver con lo que nos llega, no solo a nivel estatal, sino sobre todo desde Estados Unidos. Lo primero que les diría es que se acerquen a algunas de las actividades que realizamos, que están abiertas a cualquier persona, para que puedan conocer el proyecto de primera mano. Los grupos eskauts no dejan de ser un aprendizaje que sirve para todos los ámbitos de la vida y que, sobre todo, se enmarcan en la naturaleza, que para nosotros es esencial; pero también a través del juego para los más pequeños y con unas dinámicas adaptadas acorde a la edad.  

La carta fundacional de Euskalerriko Eskautak data de 1983 en el Santuario de Loiola. ¿Cuánto peso sigue teniendo la religión en el escultismo?

-Dentro del ideario, que nace ahí, tenemos tres ámbitos fundamentales: el de la educación, la sociedad y la fe, que está completamente presente y se trabaja de una manera transversal.

¿Las personas que no comparten la fe cristina pueden participar en las actividades de ocio y tiempo libre del movimiento?

-Sí, por supuesto. Es un movimiento completamente abierto a todas las personas que tengan un interés en conocer cómo trabajamos y cuáles son las actividades que realizamos.

Marcando distancia: no son ‘boy scouts’ 


Los chicos exploradores de América que tantas veces hemos visto en el cine y la televisión han dejado huella en el imaginario colectivo. Muchas veces parodiados, los boy scouts -la histórica organización juvenil, muy masculinizada, de valores conservadores, jerarquizada y ropa de estética militar- apenas tienen que ver con nuestros eskaut. ¿Los clichés difundidos a través de Hollywood han influido en trasladar una idea equivocada? “Sí”, responde categóricamente Mikel Aspano. 


“Desde fuera la gente puede tener una imagen totalmente distorsionada de lo que es el movimiento”, confiesa. Es decir, ni venden galletitas ni llevan una banda con insignias ni mucho menos es este un movimiento paramilitar. “Esa no es la realidad”, dice Aspano. Sus jóvenes miembros, con una amplísima mayoría en Bizkaia con un total de 30 grupos organizados de más de 40 entre los tres territorios, portan una pañoleta que “materializa el compromiso con el grupo” como “símbolo más representativo”. 


Según afirman, el movimiento “busca la igualdad” de género y está formado también por mujeres. “Es más, ellas son mayoría en Euskalerriko Eskautak”. En los boy scout no se permitió la entrada de niñas en sus filas hasta 2018, más de 100 años después de su fundación, en medio de una crisis de afiliación que le llevó a perder voluntarios. Algunos valores a ambos lados del Atlántico pueden ser compartidos -confianza, lealtad, ayuda y amabilidad, por ejemplo-, pero la federación vasca está “estructurada desde la horizontalidad con delegaciones territoriales compuestas por los grupos eskaut. La educación ofertada también parte desde el protagonismo activo de la chavalería en su proceso de crecimiento”.


Los fines de semana, guiados por monitores voluntarios, realizan actividades al aire libre como excursiones al monte. Los campamentos de verano son muy socorridos en el universo eskaut, así como el apego y cuidado de la naturaleza. Y si alguna vez organizan un taller de repostería… los dulces se los comen entre todos los participantes. 

Pese a firmarse en el corazón de Gipuzkoa, es el único territorio que actualmente no está presente en Euskalerriko Eskautak. ¿Por qué se descolgó?

-No se descolgó. Se disolvió por la falta de relevo generacional en la delegación guipuzcoana, que, poco a poco se fue debilitando. Hay algunos grupos eskauts, pero que no pertenecen al MSC (Movimiento Scout Católico).

En la página web mencionan continuamente el método eskaut. ¿Cuáles serían sus líneas maestras?

-Lo primero es el trabajo desde lo local desde nuestras entidades a otras que hay en nuestra comunidad. En segundo lugar, hacer actividades adaptadas a la chavalería que sean atractivas y potentes; por último, el trabajo en red es muy importante. 

Siendo el tiempo libre y la educación uno de sus pilares, ¿cómo se compite con el smartphone, Internet y las redes sociales?

-En las actividades que realizamos no utilizamos teléfonos móviles ni portátiles, siempre y cuando no se usen específicamente como herramientas educativas. Si tenemos que buscar algo, lógicamente, no utilizamos una enciclopedia y lo buscamos en Internet; pero solo lo hacemos en acciones o cosas concretas. En las tiendas de campaña de los campamentos de verano no tenemos enchufes; al principio puede resultar un poco raro, pero luego los propios monitores y la chavalería lo agradecen.  

¿Cuáles serían esas actividades?

-Depende de las cinco etapas educativas; cada una de ellas tiene su propia metodología o forma de trabajar más acorde a la edad de los niños y jóvenes. Los más pequeños trabajan con una aventura concreta, con un hilo conductor que puede ser un cuento o una película. Los mayores, en cambio, trabajan en grupo con cuestiones como la responsabilidad social; cómo podemos mejorar a ayudar las cosas para conseguir personas comprometidas con la sociedad y que esta se transforme en algo mejor. Uno de los puntos fuertes tiene que ver también con la parte convivencial de los campamentos de verano.  

“El escultismo es un movimiento que busca cambiar el mundo trabajando desde proyectos locales”. No es poca cosa. 

-Sí, es verdad, pero lo hacemos desde los grupos locales de los municipios, adquiriendo compromisos con ciertos pasitos para poder dejar un mundo un poco mejor.  

Ya en los principios del ideario de Euskalerriko Eskautak, de 2004, se habla de cuestiones que están en el centro de las preocupaciones de la ciudadanía como la precariedad laboral, el acceso a la vivienda, el medio ambiente o el neoliberalismo. ¿Fueron unos visionarios?

-Ese es un listado de cosas negativas que deberíamos cambiar. En el análisis de la realidad de hace 20 años, parece que algunas cosas han cambiado o que, incluso, han podido ir a peor. Pero en nuestro caso nos centramos en cosas más concretas, en lo local, y adecuándonos al tipo de reflexión que puedan hacer, por ejemplo, unos niños de 12 años. No se pondrán a pensar en la situación de la vivienda, pero en el pórtico de la iglesia sí que verán a una persona sintecho y serán conscientes de que necesita ayuda. O en el caso del cuidado del medio ambiente, quizás se darán cuenta de que faltan más contenedores para reciclar los residuos. Ese tipo de cosas.  

¿Son progresistas?

-Sí. El movimiento eskaut viene de Baden Powell en Inglaterra y la idea principal es que si hay algo que no nos gusta, o no está siendo positivo para el funcionamiento de la sociedad, hagamos todo lo posible para actuar y revertir la situación.