Paloma Caro es escritora y nómada, y es capaz de reconocer un lugar por sus aromas. Sus libros, especialmente el último, Homenaje a tu silencio, son un viaje donde precisamente los aromas cobran un gran peso.
Nos ha presentado una novela llena de amor, desamor, desventuras, aventuras... Está claro que, como la vida misma, es un viaje. ¿Qué ha supuesto para usted este viaje literario y emocional?
Esta novela nace de las historias familiares de mujeres. Mis tías, mi madre..., hablaban siempre en mesa camilla con brasero y merienda. Es una historia de mujeres, pero los hombres en esta historia también son importantes. Sobre todo Salvador, porque muchas veces lo que un hombre estropea otro lo arregla.
El nombre le viene como anillo al dedo.
Se lo puse a posta (risas). En esta historia Emma y Julia (una madre y su hija, las protagonistas) no se llevan nada bien. No se comprenden nada. Emma hubiera querido que Julia hubiera sido lo que ella no fue, que fuera perfecta. Yo siempre cuento que cuando yo era pequeña salía del colegio siempre desarrapada, despeinada, con las medias por los tobillos, los zapatos sucios... Y en mi casa yo tenía un ejemplo de lo que era lo contrario a mí, que era mi madre. Siempre era perfecta. Mi madre nunca se manchaba, siempre tenía las manos impolutas, el pelo peinado... Yo he conocido esas dos vertientes de esas dos mujeres que son totalmente diferentes, y en el libro lo que narro, no siendo yo y no siendo mi madre, es eso mismo, la diferencia entre las mujeres de una época y las mujeres de otra.
Esta madre y su hija no se comprenden, pero sí tienen algunos aspectos en común. Seguro que lo mismo pasa con usted y su madre, y con tantas madres e hijas.
Sí. De hecho, yo soy bastante Julia. Y si yo no he sido Julia ha sido porque igual no me he atrevido a lo mejor a hacer alguna cosa que ella sí ha hecho. Emma, efectivamente, es mi madre, es mi tía..., son las mujeres que estaban por encima de mí. Es una historia familiar, no siéndolo directamente, pero lo es en cuanto que yo he vivido, efectivamente, ese gran cambio que hubo en el Estado. Yo viví los grandes cambios, la muerte de Franco y el comienzo de la democracia. Al final, la historia de este libro es una historia de redención, de una mujer que intenta rememorar su pasado y averiguar el pasado de su madre. Hay mucho de comprensión, de ponerse en el lugar del otro.
"Yo viví los grandes cambios, la muerte de Franco y el comienzo de la democracia"
Usted, que ha viajado mucho, en esta era actual en la que las cosas cambian a una velocidad vertiginosa, ¿siente que están cambiado en todas partes por igual?
El mundo tiene un problema. Es una ventaja en algunos casos y un problema en otros. La religión por ejemplo hace que en muchos países la sociedad no avance, que se quede en la Edad Media. Es cierto que la represión también de la religión es mala, porque en muchos países como la India, donde todo el mundo admira mucho el budismo, el budismo como religión -igual que todas- en la teoría es estupendo. Pero las castas en la India son terribles. Te dicen que si tú has nacido en una casta nunca podrás llegar a ser nada, y eso no es muy apetecible. Hay que tener cuidado. Pero no solo las religiones. En el mundo europeo, igual que en el norteamericano, en algunos países de Centroamérica o Sudamérica se vive una vida muy parecida, y luego sin embargo tenemos asignaturas pendientes como África.
Hay una frase del libro, que dice que todas las personas que migran tienen un acento único. También una esencia única. ¿Cuál diría que es la suya propia como mujer viajera y nómada?
Lo primero es que ya hay muy pocas cosas que me extrañen (risas). Además, no concibo la vida sin sorpresas. Tengo una vida mucho más plácida ahora, porque sigo viajando, pero la edad hace mucho, y ya vivo menos aventuras, porque quizá también necesito un médico cerca (risas). Pero es eso, me aburre lo cotidiano. Y si no puedo viajar en avión, me gusta hacerlo a través de los libros.
Este libro nos aporta muchos aromas, el de la comida, la lumbre, el aroma del hogar... ¿Qué aromas le ha transmitido su visita a Bilbao?
Bilbao es una ciudad limpia. Y a mí lo que más me gusta al pasearla es el aroma de las mujeres que se arreglan para ir a comprar el pan. Parece una tontería, pero aquí lo que he notado es que las mujeres van arregladas por la calle, e incluso a las 8.30-9.00 horas, llevan su chaqueta, su pañuelo en el cuello, y todas huelen a colonia fresca. Luego, cuando se acerca el mediodía, huele a fruta, verdura, a pescado fresco. Huele a que la materia prima es buena, porque hay sitios en los que huele lo peor.
¿Ese sentido del olfato se desarrolla con los años o es algo innato?
Yo te diría que lo tengo desde niña, porque además tengo un olfato muy bueno. No tanto el gusto. Puedo descubrir más los ingredientes que lleva una comida con el olfato que con el gusto. Los olores para mí son muy importantes, quizá porque llevo yendo a Marruecos y a muchos sitios desde muy niña. En Madrid yo soy de la calle Toledo, la zona del rastro, y es una zona llena de gente de diferentes etnias que cocina diferentes cosas.
Mucha gente cuando va de vacaciones se lleva un imán de recuerdo, pero no hay mejor souvenir que los aromas del lugar, ¿no?
Claro (risas). Porque es muy evocador.