EL trabajo de 250 interinos de la educación pública secundaria pende de un hilo, y no sólo eso, las condiciones laborales de más de 4.000 funcionarios se han visto gravemente perjudicadas, debido a la mala gestión y administración de los fondos públicos. Parece ser que la escandalosa deuda que existe la tenemos que pagar, una vez más, los más débiles de la cadena, con nuestros trabajos y con nuestro futuro.

En esta época en la que el fracaso escolar es una nota dominante, la solución para motivar al profesorado es aumentar las horas de trabajo y disminuir los sueldos. Así es seguro que tendremos una educación de calidad. Todos tenemos que aportar nuestro granito de arena pero los que tienen la sartén por el mango deben ser los primeros en dar ejemplo. El otro día viendo la película La lista de Schindler con mis alumnos, comprendí rápidamente el paralelismo. Si recuerdan la escena final, el todopoderoso Schindler cae derrumbado al pensar que podría haber salvado a dos judíos más si hubiera vendido su coche, o que si hubiera vendido su insignia nazi, habría podido salvar a otro. Con un coche oficial de nuestros políticos, salvaremos a un interino; con sus dietas innecesarias (¿no tienen suficiente con su sueldo?) podrían salvar a dos interinos más; o pagar el sueldo de un médico con el gasto de sus móviles; o reducir la lista de espera de un hospital con sus indemnizaciones por cese. La educación y la sanidad son los dos pilares más importantes de nuestra sociedad. De la educación depende nuestro futuro y ultrajando al profesorado no se van arreglar las cosas. "Quien salva una vida salva al mundo entero", dicen en la película, los interinos no somos la panacea universal, ni tampoco los demás profesores, pero tienen en sus manos el futuro de las generaciones venideras. La lista de los interinos no es una lista de números vacíos, somos personas, como los de aquella lista que salvó Oskar Schindler, como también lo son todos los trabajadores que tenemos que sacar al país de una crisis que no hemos provocado.

Me gustaría que un político se acercara a mí y me dijera que esas medidas que han tomado son justas y necesarias, y que no se le caiga la cara de vergüenza al mismo tiempo. Estas medidas tan estupendas que las pongan en práctica con ellos mismos en primer lugar, que se reduzca el número de parlamentarios, aumenten las horas de trabajo de los que queden, y el resto que trabaje a media jornada para repartir las contrataciones. Luego ya sólo les queda organizar una rueda de coches para acudir a sus sesiones, como hacemos los profesores (no por ecologismo sino porque no nos llega para carburante) y así nos ahorramos un montón de coches oficiales. Mientras tanto, sólo podemos indignarnos, protestar, manifestarnos o, llegado el caso, cuando llegue septiembre, declararnos en huelga.

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