Es la primera vez que escribo una carta de amor a una empresa, y no puedo evitar sentirme extraña, pues mis cartas de amor, desde jovencita, breves o largas, han tratado de conquistar el corazón de una persona, pero no el de una persona jurídica. En esta ocasión, mi carta quiere llegar al corazón de su empresa, y es tan urgente la recepción de esta misiva para ese corazón que ni se lo imagina. Mi declaración de amor es tan grande que aspira a derretir su corazón, el corazón de una empresa formada por personas vivas, que cada día trabajan, construyen para albergar vida.
Hay cartas de amor y cartas de amor. La mía es apasionada como ninguna y paradójicamente teñida de tristeza, es un dolor hondo el que me invade al conocer el proyecto herido de muerte que se pretende instalar en su moderno edificio de Ansoáin. Por eso quiero que el amor con mayúsculas y la vida irrumpan de manera impetuosa y definitiva en ustedes, que tienen en sus manos la posibilidad de que en esta tierra fecunda y maravillosa de Navarra las madres sigan siendo madres, los hijos sigan siendo hijos, la familia un tesoro precioso que crece y el amor una fuente inagotable de grandeza y dignidad para los seres humanos.
En sus manos está la vida, puedo prometerle un gran amor, y no solo yo, sino muchas personas que ya están en esta tierra o a punto de llegar a ella, alabarán sin duda la decisión que los amantes de la vida ansiamos tomen.
¿Es mi amor un amor platónico? Humanamente es probable que así lo definan, mas somos más que materia, somos espíritu; y por la paz y el bien, bajo la bandera de la paz y la libertad, clamo por un milagro que varíe el rumbo de su empresa y, lo sé, que afronte cuáles serán sus pérdidas ¿o ganancias? La humanidad cuenta con grandes ejemplos de sacrificio y entrega absoluta por amor, ¿de qué nos sirve ganar el mundo si perdemos el alma? Apueste por el amor y la vida pues, aunque para el mundo la apuesta sea a caballo perdedor, habrá ganado. Nadie tiene amor más grande. Quiere mi amor llegar a ustedes, y quiere llegar también al mundo entero, utópica de mí, no solo a Navarra, oasis por ahora de la cultura de la muerte. Créanme si les digo que no soy más que lo que entreleen, solo soy una mujer, y como mujer y llena de vida (sin llegar a la suela de la sandalia a la Madre Teresa de Calcuta) me atrevo a proclamar como ella: dádmelos a mí, yo los cuidaré, Dios proveerá.