SI al lector le dicen que no piense en un elefante blanco, enseguida pensará en él. El cerebro humano funciona así. Para poder negar una imagen, primero tiene que construirla. El lingüista norteamericano George Lakoff lo explica divinamente en un libro titulado tal que así: No pienses en un elefante blanco. Si de verdad quieres que tu interlocutor no piense en un elefante blanco, lo que tienes que hacer es apartarlo del discurso, no mentarlo.

En UPN lo saben muy bien. Por eso llevan semanas acusando de corruptelas a los ediles de la oposición. Cuando los acusados se defienden, se explican, y piden a la ciudadanía que no piense que son corruptos, el efecto es el mismo que si le estuviese pidiendo que no piense en un elefante blanco: la imagen de la oposición corrupta se refuerza.

Sabedora de que de presentar una reprobación perdería la votación, la concejal regionalista Ana Elizalde aprovechó ayer el turno de ruegos del pleno del Ayuntamiento de Pamplona, para solicitar al alcalde que evite que Uxue Barkos, Itziar Gómez y Peio Martínez de Eulate desprestigien con sus actuaciones particulares a la clase política en general. Toma paquidermo albino.

En diferente grado, las dos concejalas de NaBai y el edil de Bildu han incurrido en actuaciones, cuando menos, poco estéticas. Pero me niego a escribir ahora sobre sus pequeñas faltas. Y menos al dictado de nadie. Si acaso, un día de estos me explayo sobre Arantzadi o el Gayarre. Los del CSI Cordovilla llevan semanas investigando las cuentas, el historial médico, el ADN de la oposición y -hasta ahora- no han encontrado más que cuatro tonterías. Si no sale nada más, debe de ser la oposición más limpia del universo mundo.

Sacan a pasear al elefante blanco enano, para que nos olvidemos del enorme elefante rojo pacharán de 50 toneladas. Ese alcalde a quien Elizalde rogaba que acabase con las corruptelas se embolsaba dietas tan jugosas como opacas, junto a los tres cargos más altos de su partido. Dietas opacas que en ocasiones superaban los ingresos públicos. Dietas que también llegaban, sin opacidad pero con opulencia, al mandamás de algún medio de comunicación que ahora aventa pequeñeces cual si fueran el watergate.