LAS noticias económicas no dejan de sorprendernos, negativamente, un día sí y otro también. Como dijo el otro día mi suegro, llega un momento que es mejor apagar la televisión. Lo entiendo. Pero a mí, como economista funcionario público me toca intentar informar. Y, desgraciadamente, el rescate financiero y la más que posible nacionalización de Bankia han sido la gota que ha colmado el vaso.

¿Cómo es posible que pasemos en muy poco tiempo de tener un sistema financiero bancario de Champions League a crear un agujero tan grande que dentro de él caben todos los ajustes acometidos en la sanidad y la educación públicas? ¿Por qué debemos nacionalizar un banco moribundo, rescatar a sus acreedores y propietarios e incrementar sustancialmente nuestro endeudamiento público? El proceso de nacionalización que se está planteando nos convertirá a todos en accionistas propietarios de Bankia (tocaría a unos 500 euros por cada ciudadano español). Y creo que en el contexto actual el coste de oportunidad del dinero público es elevadísimo, con recortes sociales de aquí y de allá. Además, puestos a nacionalizar sin sentido, ¿por qué no compramos el BBVA o el Santander, con una buena rebaja, al puro estilo argentino?

Una de las lecciones aprendidas en la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado fue la necesidad de disponer de un fondo público que asegurase los depósitos bancarios de los ciudadanos y evitase el pánico y la retirada masiva del dinero cuando ocurre una crisis financiera. Afortunadamente, hoy en día ya existe el fondo de garantía de depósitos, que cubre con dinero público los ahorros de las familias (en España con un límite que actualmente está en 100.000 euros). Puesto que tenemos esta cobertura social, no se entiende porqué hace falta rescatar bancos. Muchos ciudadanos estarán tranquilos porque están asegurados, y aquellos que estén un poco intranquilos cambiarán de banco y ya está. Por eso, no puede defenderse un rescate al banco con criterios sociales. Más bien es deseable que aquel banco que tenga pérdidas por una mala gestión de su cartera de préstamos tenga que venderse, fusionarse o cerrar (como les pasa a muchas empresas). En el caso de que cierre, se liquidarían sus activos y con el dinero resultante se devolverían los depósitos. Y si no hay dinero suficiente, el fondo de garantía público cubriría la diferencia. ¿Por qué ese trato de favor rescate a los bancos frente a cualquier otra empresa? ¿O por qué dar tantos privilegios a sus directivos (indemnizaciones, pensiones) o sus trabajadores (prejubilaciones) frente a los de cualquier otra empresa?

Esta situación se denomina en Economía riesgo moral. Si un agente económico no asume las consecuencias de sus actos, obra de diferente manera a como lo haría en el supuesto de que las asumiera. Se crean incentivos perversos. La seguridad de recibir un rescate si las cosas van mal puede provocar que los bancos (o las cajas de ahorro) tomen riesgos excesivos para inflar su beneficio a corto plazo, concediendo demasiado crédito y agrandando las pérdidas en los periodos de ajuste. El beneficio privado crece a corto plazo y las pérdidas posteriores se socializan. Y observamos con estupor que nadie asume la responsabilidad de sus decisiones, no se personalizan, sino que se nacionalizan.

Es obvio que, tras la expansión durante la burbuja financiero inmobiliaria, sobran bancos, sobran sucursales bancarias, sobran empleados de banca y, sobre todo, sobran directivos. Hay que adelgazar el sector, y la mejor manera de hacerlo es dejando caer a los que peor lo han hecho. Es la ley del mercado que, visto lo visto, se aplica solo cuando los políticos quieren. Sospechoso. Indignante.

Mikel Casares

Profesor de Economía UPNA