El gran poder del libro
En 1995 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declara el Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor. Desde 1996, más de un centenar de países se suman a esta celebración que fue propuesta por la Unesco para fomentar la lectura y la industria editorial. La fecha del 23 de abril fue escogida por ser el día en el que fallecieron William Shakespeare, Miguel de Cervantes y el inca Garcilaso de la Vega, en el año 1616. A éste, sobrino nieto del célebre poeta renacentista español del mismo nombre, se le considera como el primer mestizo biológico y espiritual de América. No obstante, hay que señalar que ni Cervantes ni Shakespeare murieron ese día, ya que el español lo hizo un día antes y el inglés falleció el 23 de abril del calendario juliano, que corresponde al 3 de mayo del calendario gregoriano. En España, la celebración de este día se remonta a 1926, a iniciativa de Vicente Clavel Andrés, escritor y editor valenciano. Ese mismo año, el rey Alfonso XIII firmaría un real decreto por el que instauraba la celebración de la Fiesta del libro español, día en el que ya se sacaban los libros a la calle con diversos descuentos para los compradores. Cada año se escoge una capital mundial del libro. Este año se ha elegido Port Harcourt, una ciudad ubicada en el delta del Níger, en Nigeria. Es el centro administrativo y capital del estado de Ríos. Fue fundada por los británicos en 1912 y en tierras habitadas originalmente por los ijaw. Su nombre es en honor a Lewis Vernon Harcourt, secretario de Estado para las Colonias entre 1910 y 1915.
Las grandes obras literarias añaden algo nuevo a la realidad, amplían nuestra noción de mundo y lo hacen más habitable, más respirable y más rico. Cientos de personajes como Don Quijote y Sancho forman parte de nuestra realidad e incluso son parte de nosotros mismos. Como ha quedado de manifiesto en la última galardonada con el Premio Cervantes, la escritora mexicana Elena Poniatowska, los términos de España no están en su territorio sino que América es su otro pulmón. Por eso El Quijote es un bien de España y de Hispanoamérica. El ideal de justicia, el himno al bien y la belleza de la obra cervantina es la aportación de España e Hispanoamérica a Europa. Crear comunidad como lo ha hecho la lengua española en América supone romper las ataduras del individualismo, hoy más presentes que nunca. El Caballero de la Triste Figura es totalmente ajeno a la arrogancia y, al mismo tiempo, su vulnerabilidad crea siempre diálogo. La aventura de salir de sí, que tan bien expresó Antonio Machado, cuyo 75º aniversario se celebra este año: "Dijo otra verdad: busca el tú que nunca es tuyo, ni puede serlo jamás" es muy contraria a las psicologías ególatras en que vivimos inmersos. Por ello el hidalgo manchego contagia su espíritu de locura, de manera que hace de ella un testimonio histórico, porque locura es creer en un mundo en paz y la justicia como un acercamiento inexcusable a cada ser humano.
Catedrática de Lengua y Literatura de Enseñanza Media y doctora en Literatura Española