Confiar en un éxito de Iturgaiz en Euskadi, y además en alegre karrikadantza con un partido abiertamente recentralizador como Ciudadanos, suponía pedirle peras al olmo. La imposición desde los madriles tanto del candidato como de la fórmula electoral tras ahorcar en la plaza pública a Alonso no ha podido salir peor, pues la coalición ha recabado cinco parlamentarios (uno para Ciudadanos) cuando el PP vasco por sí solo estaba en nueve y nunca había caído tan bajo.

La crónica de este fiasco anunciado -y agravado por la entrada de Vox en la Cámara autonómica- lleva la rúbrica de Casado aunque ahora se haga el longuis y sigue en la CAV la senda de la minorización del PP en Catalunya, donde en las generales del pasado año pasó de seis diputados al solitario escaño de la ínclita Cayetana. A lo que añadir la calamitosa operación de aquí mismo, donde el PP no se come un colín en Navarra Suma después de renunciar a concurrir con su marca mientras UPN va a su aire en el Congreso.

Semejante sucesión de desastres se ve amplificada por contraste con la flamante mayoría absoluta de Feijóo escondiendo la sigla para optimizar un proyecto de amplio espectro a la gallega que prioriza la gestión sin la estridente radicalidad del PP capitalino. El espejo que refleja la inutilidad del propio Casado y de la política de trinchera que abandera, caiga quien caiga incluso entre sus filas siempre que no sea él mismo. La pregunta es cuánto aguantarán los suyos sin tirarlo por la borda cuando los dirige con rumbo firme al precipicio.