orque fuimos directamente afectados en nuestra vida laboral, por las numerosas negativas por parte de las patronales de nuestra provincia, impidiéndonos la consecución de nuestros derechos laborales que nos pertenecían.

Sumado a lo expuesto, la dictadura franquista estaba presente, con la prohibición e ilegalización de las libertades de expresión, reunión, sindicación y huelga. Resultado, atados de pies y manos.

Año 1966 del siglo pasado, formo parte de la plantilla de una empresa del metal, elaboración de la plataforma reivindicativa por parte de los trabajadores, cara a nuestro convenio anual, lugar de reunión, los escondidos montes. Esos fueron mis primeros aportes de participación, y causa que nos atañía.

Desde las décadas de los años 70 hasta el año 2008, las trabajadoras/es estuvimos obligados a conseguir nuestros derechos laborales, y salarios, ¿de qué forma?, encararnos utilizando las necesarias huelgas, encierros en iglesia, catedral, detenciones, vejaciones, por parte de la Policía Nacional (los grises), y secretas.

Cumplimos años, los sindicatos se legalizaron, muchos trabajadores nos organizamos, nos afiliamos en ellos, y defendimos -otros no-, aumentando el nivel de reivindicaciones y respuestas, consiguiendo logros laborales que nos pertenecían, incluida la libre decisión de prejubilarnos a los 59 años, -acumulados 46 años cotizados en mi caso- lo que generó la incorporación a la plantilla de jóvenes trabajadoras/es.

En el mundo del trabajo, siempre consideré que el arco de la vida laboral de una trabajadora/or ha tenido una marca al final señalando la jubilación. En mi opinión, es insuficiente el espacio existente entre la jubilación -hoy a los 67 años- y la esperanza de vida de las navarras, 86,8 años, y en los navarros 81,1 años, considerando en esas edades la salud en declive.

La sociedad humana, razonable y avanzada está obligada a que las actuales máquinas innovadoras y nuevas tecnologías digitales produzcan al máximo, descargando los esfuerzos lesivos a las/os trabajadoras/es, produciendo con racionalidad y seguridad laboral.

Con la llegada de la jubilación, existe una particular valoración de lo acontecido en la vida laboral, existiendo un resultado de satisfacción proveniente de misión cumplida. Los motivos, la decidida aportación descrita unas líneas más arriba, añadiendo nuestra participación como pensionistas, en las actuales movilizaciones que se están realizando y las que vengan, pisando otra vez más el asfalto, con el consecuente objetivo, de la consecución en justicia de lo que legalmente nos merecemos.

El futuro de esta sociedad que estamos inmersos lo tienen que evolucionar y solucionar las/os jóvenes, con sus mentes despejadas, preparación, desenvolvimiento, y activa disposición para los retos que se les presentan, junto a sus propios recursos que a nosotros nos faltaron.

Con esas bases, no es entendible la altísima cifra del 37% de paro, -el más alto de Europa- muchas/os activas/os trabajadoras/es tienen contratos muy precarios con bajos salarios, falta de oportunidades, y ¡alerta!, ¡hay fuga de talento joven!, recientemente argumentado por un sindicato estatal en Navarra/Nafarroa. Lo último que les faltaba, prepararse con los recursos económicos gestados aquí, para beneficio de los de más allá.

¡Y no pasa nada! Me pregunto, ¿qué motivos imperan en las afectadas/os trabajadoras/es para no reaccionar?, ¿desencanto, pesimismo, impotencia? Antes y ahora, con el individualismo humano desanimado, sus fuerzas se dispersan, disminuyen, beneficiando a los impositores, en cambio, el colectivo grupal, acumula las fuerzas que le sean necesarias.

“Toda ciudadana/o tiene el Derecho Constitucional a un trabajo estable y digno”, trabajadoras/es podéis y tenéis que conseguirlo, después os vendrá vuestra merecida satisfacción.