añana, seis de diciembre, conmemoramos el aniversario de la Constitución de 1978. Aquella Constitución se hizo en una delicada situación, bajo las amenazas continuas del ejército franquista, que se sentía traicionado por la parte del régimen (UCD) que apostaron por cambiar algo para que nada cambiara.

En aquella Constitución se consiguió que apareciera el derecho al trabajo el derecho a la vivienda, o que (Rt 128.1) 1. "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general, etcétera". Pronto se vió que estaban allí para ser incumplidos por los mismos que se llaman constitucionalistas para lo que quieren.

Pero tenía otros puntos difícilmente asumibles, que se tuvieron que aceptar para poder avanzar en la democracia: la obediencia directa del Ejército al Rey ,que había sido colocado por Franco y que había jurado su lealtad al Movimiento Nacional, o sea el fascismo, y no al Gobierno salido de las urnas. También estaba el hecho de que el Rey era inviolable. Además cambiar la Constitución tiene tantas barreras en una serie de artículos que prácticamente hacen inviable su cambio: derecho de autodeterminación o todo lo que afecta a la Monarquía, y que fueron líneas rojas de los poderes fácticos.

Sin embargo, no ha sido eso lo peor, sino que el haber mantenido los aparatos del franquismo ha llevado a tener una democracia degenerada, que en muchos aspectos esenciales difícilmente podría tener este nombre en otros países.

Vemos cómo las oligarquías (IBEX 35), especialmente las eléctricas y los bancos, son realmente los que marcan las pautas de la economía y los que tienen poder para enfrentarse al gobierno cuando se toca mínimamente sus intereses. Hemos visto cómo se ha rescatado a la Banca en la crisis de 2008 con 60.000 millones, sin que se hayan recuperado o haya repercutido para nada en exigencias de su control. Y ahora estamos viendo cómo el oligopolio de las eléctricas juegan a amasar dinero en medio de esta pandemia que estamos padeciendo desde hace dos años y que está llevando a una importante parte de la clase trabajadora, la misma a la que aplaudíamos desde los balcones, a situaciones graves de pobreza.

A la vez vemos una judicatura en manos de la derecha, con un Tribunal Constitucional que se ha permitido el lujo de echar para atrás el Estatuto de Cataluña, avalado por el Parlament de Cataluña y por las Cortes Generales. Y que también a instancias de la extrema derecha de Vox, se permite echar para atrás los decretos sobre el Estado de Alarma del Gobierno, avalados por las Cortes Generales, que fueron fundamentales para la lucha frente a la pandemia. A eso hay que añadir la vergüenza de que los jueces van a las más altas esferas de la magistratura sin que se les controle adecuadamente su perfil y así muchos están claramente identificados con las posiciones de la extrema derecha. O un Consejo del Poder Judicial que se niega a dimitir porque el PP se niega a cambiarlo a pesar de su obligación constitucional. Vemos cómo la derecha y extrema derecha permanentemente judicializan todas las leyes con el fin de obtener réditos allí donde tienen el poder, en los tribunales, porque no tienen votos suficientes para gobernar.

También observamos cómo las televisiones y la prensa están en manos de oligopolios que, salvo algunas excepciones, son portavoces claros de esa derecha y extrema derecha

Y qué decir de la deriva de la situación laboral, de los millones de trabajadores y trabajadoras que han ido perdiendo capacidad salarial y derechos desde la crisis de 2008, y que tienen que dar batallas, como en el convenio del metal de Cádiz, no para mejorar su nivel salarial sino simplemente para no volver a perder dinero con la inflación. Todo ello tras unas reformas laborales del PSOE y sobre todo del PP, que han hecho de nuestro país sea el peor el toda la Unión Europea en cuanto a contratos temporales. Y cuando este gobierno progresista pretende eliminar los aspectos más lesivos de la Ley Mordaza, vemos a toda la derecha y extrema derecha nuevamente alineadas con lo peor de las fuerzas del orden público, que pretenden mantener una forma de orden público, que está lejos de lo que es la democracia.

Añadamos una corrupción generalizada, fundamentalmente en el principal partido de la derecha, el PP, que ya ha sido condenado y que tiene decenas de causas abiertas. Además ha extorsionado y ha utilizado para ello y para destruir pruebas a la Policía. Y a ello hay que añadir la vida del rey emérito, ligado al franquismo, al que la propaganda le ha hecho ser el eje de la transición, cuando aquí la democracia la trajo las clases trabajadoras, los estudiantes, el pueblo y algunos partidos políticos, no todos, que dieron la cara durante 40 años luchando en la clandestinidad. Ha tenido que venir la fiscalía suiza, para sacar a la luz esa vida que está llena de corrupción, de mentiras, y ha acabado escondiéndose en una dictadura de sus amigos. Ni la justicia ni los medios de comunicación españoles han sido capaces, ni siquiera hoy lo son, de llegar hasta sus últimas consecuencias. Por todo ello se puede concluir que esto es una democracia de muy baja calidad.

Hay que dar la batalla como se ha hecho en Chile por una nueva Constitución, por un proceso constituyente que permita la creación de un Estado moderno, sin poderes fácticos heredados del franquismo, con una democracia participativa, feminista, con puestos de trabajo dignos y con una economía verde volcada en satisfacer hacer las necesidades de la población y no en el beneficio a corto plazo. Que no nos aboque a ser el chiringuito de los países del norte.

Por supuesto, una Constitución que permita que todos seamos iguales ante la ley, es decir, con un jefe del Estado que no lo sea por vía genética, sino elegido democráticamente, al que se le pueda exigir cuentas por sus actos. El 14 de mayo del 2022 vamos a hacer en todo el Estado una consulta monarquía república que será una acción importante hacia esa exigencia.

La Constitución del 78 solamente ha sido votada por los mayores de 61 años y por lo tanto tiene que ser cambiada por otra que garantice que el poder reside en el pueblo, y que como no puede ser de otra manera será la III República.

Los autores son miembros de la Junta Republicana de Izquierdas de Navarra

Hay que dar la batalla, como se

ha hecho en Chile, por una nueva Constitución, por un proceso constituyente que permita la creación de un Estado moderno

La Constitución del 78 solamente ha sido votada por los mayores de 61 años y por lo tanto tiene que ser cambiada por otra que garantice que el poder reside en el pueblo