a guerra ha comenzado y, como en cualquier guerra, la verdad queda en entredicho y nos toca a la sociedad civil tomar partido, cosa harto difícil si no tenemos varios máster de Geoestrategia Mundial para discernir quién es el más responsable de lo que sucede.

No tenemos esa información y, en cualquier caso, cuando hay un conflicto de esta magnitud, no hay un bueno y un malo sino que las responsabilidades se reparten, aunque no a partes iguales.

Por eso y para opinar sobre esta guerra utilizaremos el referente ético de “no a las guerras” y cuando decimos esto, queremos decir que rechazamos todas las guerras porque desde nuestra concepción pacifista y antimilitarista la guerra es un crimen contra la humanidad, tal y como dice la Internacional de Resistentes a la Guerra.

No hay guerra buena, porque en las guerras paga la población civil, que ve destruida su casa cuando no muere, pagan las mujeres que en muchos casos son botín de guerra, pagan quienes están llamados a continuar nuestro legado y paga el medio ambiente con la destrucción y contaminación que esparcen por doquier.

Pero sí hay beneficiarios, aquéllos que venden las armas y en el Estado español y en Euskadi en particular sabemos mucho de eso, porque España es uno de los mayores exportadores. Ganan los que nos quieren alinear en un bando frente al otro, al que no quieren que pongamos cara, ganan otro tipo de industrias y oligarcas que se enriquecen con la subida de los combustibles (sin guerra también especulan y ni el Gobierno se atreve a ponerles coto), con la previsible subida de los precios de los alimentos, vendiendo por detrás al postor que más pague.

La guerra exacerba el odio al de enfrente, al distinto, aunque hasta hace nada haya sido mi vecino, como está sucediendo en Ucrania, y esas heridas tardan muchísimo tiempo en cicatrizar (aquí todavía estamos intentando superar las heridas del sublevamiento de Franco). Esa desconfianza, esa infancia que crece entre el terror y el miedo, nos pasará factura en los años próximos, como de hecho estaba pasando la guerra larvada en el Donbass desde el 2014 con vario miles de muertos.

Y no nos engañemos, la peor parte se la van a llevar en Ucrania, pero aquí también nos van a llegar los coletazos como dure un tiempo porque la economía va a sufrir cada vez más (evidentemente no la industria armamentística) y porque la subida de precios generalizada a quien golpea es a los que menos tienen, a los precarizados, a los que justo si podían pagar la energía hasta ahora.

Lo repetimos, la guerra es un crimen contra la humanidad que genera más desconfianza y que anima al siguiente, no se sabe cuándo, a utilizar las mismas vías para lograr réditos políticos.

Quizás en otro artículo podamos comentar lo que estaba pasando en Ucrania porque lo que allí había no era paz, había un conflicto con muertos y la extrema derecha estaba azuzándolo al igual que aquí hacen con la inmigración. ¿Por qué no se han cumplido los acuerdos de Minsk que hablaban de un estado confederal y donde el ruso estaba prohibido (os imagináis la vuelta de Franco y que no podamos hablar en ninguna lengua que no sea el español)?

Quien ha empezado la última fase de esta guerra ha sido Putin y no hablemos de Rusia, porque en Rusia hay varios miles de personas oponiéndose y siendo encarceladas, muchísimas personas están desmarcándose de este dictadorzuelo en las redes sociales. Y todo eso sabiendo que en Rusia si te mueves mucho y molestas a Putin puedes terminar mal. Por cierto, Rusia no es un país en el que gobiernen los comunistas, sino mas bien la extrema derecha, que añora la gloria zarista.

Y del otro lado, la OTAN, ese bloque macabro que defiende la libertad en todo el mundo con una gran antorcha para ver mejor y no confundirse de objetivo. Lástima que la OTAN sea un poco miope, cuando no ciega, como la justicia, cuando se trata de Israel y Palestina o cuando nos referimos al Sahara (y qué decir tiene de Yemen). Claro, quizás es que en el lado de la balanza de los buenos pesan más el Gobierno israelí, que ni tan siquiera ha vacunado a la población palestina, o quizás las monarquías de Marruecos o Arabia Saudí, que tanto aprecian a nuestro rey emérito... Doble rasero y metiendo cizaña cerca del enemigo histórico para rodearlo con países afines.

Y no olvidemos que España está en la OTAN tras un referéndum con tres condiciones que se han incumplido sistemáticamente (armas nucleares, no entrar en la estructura militar y reducción de bases militares ) y que somos el perro faldero del amo.

Alguna de las preguntas que están sobre la mesa son las siguientes.

Como en todas las guerras, la gente escapa como puede y a donde puede. ¿Qué va a pasar con los refugiados como la guerra dure? ¿Cuántos acogeremos en nuestros países si siguen saliendo por millones? O trataremos que se queden lejos, allá en Polonia o Rumanía. Y los de Donbass que ahora se han ido a Rusia, ¿podrán venir a nuestros países si no se sienten seguros con Putin? Y el dinero que vamos a destinar a estos menesteres, ¿lo vamos a detraer de los millones de refugiados que han huido de las guerras de Irak, Afganistán o Siria y a los que tan mal hemos y seguimos tratando? Quizás es que hay refugiados de primera división y el resto son de regional. ¿Y qué sucede con los desertores? ¿Vamos a acoger los que no quieren empuñar las armas, sean de un lado o del otro? ¿O preferimos que sigan matándose? En la guerra de los Balcanes, que estaba un poco más cerca, no les ofrecimos refugio y hubo muchos.

Por todo ello, y por muchas más razones, seguimos diciendo hoy como ayer gerrarik ez, no a las guerras. Y por eso mismo abogamos por salirnos de la OTAN y que Navarra no sea un espacio privilegiado donde se preparan las guerras. Fuera militares de las Bardenas.

El autor es miembro de AA Moc-Kem, objetor fiscal