n España no se espía, las Policías y el servicio secreto realizan pinchazos legales, siempre bajo supervisión judicial. Todo eso lo proclamó hace nada Margarita Robles, la misma a la que antes le hackearon el móvil mediante el software israelí Pegasus. Una extracción de datos a la ministra de Defensa pero también al propio presidente que deja a España a la altura de Mortadelo y Filemón, ya que si compras Pegasus asegúrate al menos de que te blindas ante su capacidad intrusiva. Si el anuncio gubernamental de que se judicializa el robo de gigas a Sánchez y Robles -aun a costa de semejante ridículo público- tiene como finalidad el esclarecimiento de los hechos, nada podrá aclarar la Audiencia Nacional acerca de la autoría específica. Y si se pretende calmar al soberanismo catalán, con el argumento de que el espionaje con Pegasus del que fue objeto también se investigará en el mismo tribunal, a la vista está que tururú. Así que a la brecha de seguridad interna y de credibilidad externa se une una polvareda política morrocotuda que podría llevarse por delante no solo a la directora del CNI sino la propia legislatura por la orfandad del socio mayoritario del Gobierno, un PSOE cuyas bases están sumidas en la misma confusión que el resto de la ciudadanía. Perplejidad con difícil arreglo, pues solo se podría enmendar con una transparencia total en la que ningún Estado incurre por el hedor procedente de sus desagües. Como el PP, con todas esas goteras sin sellar, sabe mejor que nadie y por eso veta la investigación parlamentaria sobre Pegasus. Mientras Feijóo se frota las manos ante el carajal a su izquierda que le impulsa en las encuestas, la gente corriente se rasca los ojos al comprobar la vulnerabilidad de las comunicaciones, incluso las encriptadas. Y en este punto cabe extraer la lección de que casi cualquiera puede ser víctima inconsciente de una escucha aun legal, porque maneje información sensible o como contacto de alguien susceptible de un pinchazo en las esferas política, empresarial o periodística. Conviene no olvidarlo, porque el móvil multiplica las opciones de invasión de nuestra privacidad. De hecho, solo con rastrear el historial de navegación Google sabe más de usted que probablemente usted mismo. Siempre hay alguien al otro lado, agazapado. Saludos. l

Casi cualquiera puede ser víctima de escuchas, al manejar información sensible o como contacto de alguien objeto de un pinchazo en las esferas política, empresarial o periodística