o, las nacionalidades, las veo cada vez más de tebeo, ya me entiendes. Estereotipos y caricaturas de antaño. Chistes antiguos. Los franceses: oh, lalá. Los rusos: ah, el alma rusa, muy misteriosa, ¿has leído a Chejov? ¿A Chejov? Sí, el del Tío Vania. Déjame a mí de tíos Vania, yo no soy perfecto, dice Lucho sin dejar de bostezar. Lo sé, Lucho, buen amigo, sé que no lo eres. Nadie lo es, dice él. De hecho, los que parecen perfectos suelen ser los peores, añade levantando una ceja. No estarás pensando en el de siempre, ¿no?, le digo. No, dice él, estoy pensando en Natxo. ¿Qué Natxo? Natxo Calvo, dice. No es Natxo, es Nacho, le digo yo. Pues mejor, dice él. En fin, Nacho Calvo, todo el mundo lo sabe, es muy famoso: es el portavoz de los empresarios hosteleros navarros y ha dicho lo siguiente: A nivel racional, ya estamos trabajando en un proyecto para que venga gente de América Latina a trabajar en el sector. No ha dicho a nivel racional, ceporro, ha dicho a nivel nacional, me corrige Lucho. ¿Estás seguro, Lucho, querido? Segurísimo, contesta él. Entonces, ahora lo entiendo todo. ¿Qué es lo que entiendes, si se puede saber?, pregunta otra vez con la ceja malévola. Pues que nacional y racional no es lo mismo, digo. Nunca lo ha sido, dice él. Pero, tal vez, algún día lo sea, digo yo. No creo, dice él. Y, ¿qué es lo que tú crees, Lucho, si se puede saber? Pues yo creo que a los pobres camareros les pagan muy poco, dice. ¿Por qué les llamas pobres?, le pregunto. Y ¿cómo quieres que les llame, ¿ricos?, dice. Alguno habrá que sea rico, digo yo. Los ricos no son camareros, dice él. Pero, ¿este no era un país de camareros?, le digo. Sí y sigue siéndolo, dice. Claro, porque los bares nos flipan, digo. Pocos hay, dice él. Más deberían poner, añado yo. Todos los que quepan, añade él. Cuantos más mejor, insisto. Y así todo el rato. Viva el vino. Se puede decir viva el vino, ¿no?