as elecciones de Andalucía ya están en marcha y más bien parece que con un perfil político bajo y cierta desgana social. Las encuestas balancean entre un PP cerca de lograr la mayoría absoluta y un empate técnico entre PSOE, PP y Vox. Pero la demoscopia electoral es ahora como la suerte de varas en la Tauromaquia, una desgracia. Una nada poco fiable. Pasará hoy lo mismo con el debate de ayer noche. Se intuye que, como ya ocurriera en Madrid y en Castilla y León, el PP seguirá gobernando con la extrema derecha. También que Ciudadanos continúa su imparable marcha hacia la irrelevancia y la inanidad. Y que la izquierda más allá del PSOE, dividida en dos listas, sigue lastrada por sus interminables cuitas ideológicas y batallas de personalismos y tampoco apunta nada bien. Es cierto que las urnas son la encuesta real, pero el panorama político parece tener los resultados más conformados que inciertos. La crispación y la polarización, la estrategia de acoso y derribo permanentes, no solo ocultan los avances y nieblan la realidad con el humo de la mentiras, también son efectivas a la hora de instalar sus mensajes de inestabilidad. El cuanto peor, mejor y el miedo son, sin duda, dos instrumentos políticos eficaces. Feijóo ha podido cambiar en cierta medida el tono grueso y tosco de Casado, pero mantiene el mismo discurso. Y veo difícil que Sánchez y los socialistas puedan dar la vuelta a esa estrategia. Hoy debaten por primera vez cara a cara en el Senado, donde a Feijóo le han apañado un escaño como senador autonómico por Galicia. Veremos el resultado, tampoco será nada muy relevante, pero al menos el morbo que pueda suscitar servirá para situar a la Cámara Territorial en el centro informativo, algo inusual. Pese a todo veo más fuerte a Sánchez que a Feijóo que sigue transmitiendo una sensación de pereza ante el cáliz de liderar el PP de la corrupción que le ha caído encima. Evidentemente, estaba mucho más cómodo y tranquilo en su reino de taifas de Galicia que en ese lugar frío y duro para la política que es Madrid, donde los cuchillos no paran de volar a la espalda de quien sea. Y casi siempre llegan desde muy cerca. De hecho, el interés político real de los comicios andaluces está en las consecuencias que pudieran derivar a la política del Estado. Sánchez insiste en su objetivo de completar la Legislatura, pero una derrota abrumadora sumaría el tercer fracaso electoral consecutivo para un Gobierno que ya transmite sensaciones de inestabilidad y diferencias entre sus socios casi cada semana. No solo es la estrategia de la polarización del PP y de Vox y los medios y jueces que la alimentan, es también la crispación que genera la desconfiaza creciente entre PSOE y Unidas Podemos y el distanciamiento progresivo del resto de sus apoyos en el Congreso. Así no parece fácil poder sostener el Gobierno el año y medio que queda por delante ni posible poder trasladar a la opinión pública el valor de sus políticas. Por ejemplo los últimos datos de empleo. Mala pinta. El blanqueo mediático y político de la extrema derecha y su normalización institucional de la mano del PP, también de Feijóo, no es una buena noticia. Se pinte como se pinte y aunque tenga la bendición de parte de la jerarquía católica española incluida en sus homilías electorales.