Resulta muy cansino tener que aceptar que periódicamente el nombre de Navarra y de los navarros y navarras sea vapuleado mesiánicamente desde Madrid. Cualquier mindundi de medio pelo se cree con el derecho de insultar, descalificar y manosear la realidad social, histórica, política, económica, laboral o cultural de Navarra. Ahora también el nombre de Osasuna, aunque Osasuna siempre ha estado en el foco negativo de la Villa y Corte deportiva.

Nunca les hemos gustado mucho los rojos allí a los medios, excepto grandes y honrosas excepciones. Que hayan sido el insultón de Jiménez Losantos o el mentiroso compulsivo de Inda es lo de menos. Son solo dos ejemplos de la basura mediática que hace años sustituyó al periodismo en los madriles. Nada importante. Osasuna desplazó a Sevilla a 25.000 navarras y navarros que representaron en su inmensa mayoría el ser y estar, individual y colectivo, de nuestra identidad con respeto, alegría y convivencia en las calles sevillanas y en las gradas de La Cartuja. Y ese éxito humano y deportivo que deja en ridículo a quienes siempre utilizan el nombre de Navarra en negativo – allí, pero también aquí–, les ha descolocado y jodido. No lo han podido digerir. Días antes de las infumable diatribas de Jiménez Losantos, Inda y otras, en la prensa conservadora madrileña y foral ya se estaban soltando insinuaciones para devaluar el alcance de lo protagonizado por la afición de Osasuna en Sevilla. Que guste mucho o nada, la enorme pitada a Felipe de Borbón es lo que hay.

Le va de sobra en el cargo y en el sueldo. Molesta más la facilidad y habitualidad con que se descalifica a Navarra en Madrid, su historia real, su pluralidad política, cultural y lingüística y su autogobierno foral. De lo más suave como insolidarios, egoístas o privilegiados a lo más atroz como asesinos, etarras, racistas, etcétera. Todo un compendio de dedicatorias infames e inaceptables. Todo se reduce a trasladar la imagen de Navarra al barullo de exabruptos, histrionismo, mentiras y exageración que domina en los núcleos de poder de Madrid y toda la turba política y mediática que abreva y se alimenta de los restos que les lanzan desde esos poderes.

Navarra les vale lo mismo para una cosa que para otra. Se falsea su nombre o el de Osasuna como arma arrojadiza en esa constante estrategia de manipulación e intoxicación en que habita en Madrid. No es nuevo, pero cansa mucho. Y más aún que ese ataque constante a la imagen de Navarra haya tenido y tenga habitualmente como cómplices a políticos y periodistas navarros en un ejercicio impresentable de impostura y falta de dignidad. Un intento de recibir apoyos allí a costa de vapulear la imagen de Navarra contando mentiras en cada viaje y paseo por los medios más conservadores de la capital que inició Barcina y han repetido Esparza y otros líderes de las derechas navarras necesitados de llamar la atención para recibir palmaditas en la espalda por aquellos lares. Es un hecho propio de nuestro presente histórico que la mentira camina por delante de la verdad y la propaganda y la intoxicación han ido ganando terreno. Y en ese contexto, lo que descoloca su discurso es que la mayoría de la sociedad navarra vive y convive con normalidad en la Navarra de hoy. Y eso no hay insulto ni falsedad que la pueda modificar. Entre el hartazgo y la pereza.