El cierre de cualquier campaña electoral lleva aparejado el alivio colectivo, del que las principales beneficiadas son las personas candidatas, que son a su vez quienes se han visto en la obligación de darnos la matraca. Han sido 15 días de mensajes reiteradamente repetidos, de intercambios sobre cuestiones archidebatidas y de pura reafirmación de posicionamientos ya de sobra conocidos.

Con este punto de partida, cabe preguntarse si tienen utilidad alguna este tipo de campañas, en las que cada cual se dedica a decir por activa y por pasiva lo que viene contándonos desde tiempo inmemorial. En definitiva, no estaría de más recortar su extensión, habida cuenta de que en líneas generales son un tostonazo, por el que se cuela una retahíla de compromisos que suelen terminar su recorrido en el cajón del olvido.

Dos asuntos han marcado la pauta estos días. Las listas de Bildu y los pactos postelectorales. De las primeras ha quedado claro que había más ruido que nueces, pese a lo desatinado que resulta para la propia coalición soberanista regalar munición barata con la que se rellenan tertulias de tercera división en las que se retuerce la realidad hasta límites inimaginables. Y en cuanto a lo segundo, seguimos con la misma idea que teníamos antes de que arrancara la campaña: que existen muchas posibilidades de volver a configurar un gobierno de corte similar al actual y de que buena parte del partido se juega en los municipios, donde la pluralidad de Navarra permite perfilar mayorías muy variadas.

La campaña da pie también a otra lectura relacionada con la fugaz presencia de líderes estatales, de lo que cabe deducir que Navarra pinta menos de lo que muchos piensan y de que no era una plaza en la que echar el resto desde el convencimiento de que el pescado está vendido y vamos a una gobernanza con los mismos actores.

Obviamente todo eso se verá una vez se abran las urnas, que es cuando empieza lo divertido con el recuento, las negociaciones para configurar las próximas instituciones y, cómo no, los malabarismos para colocar a esos candidatos con ascendencia dentro de sus partidos que siguen chupando del bote pese a que no gozan de la complicidad ciudadana.

Y quien no haya tenido suficiente tomate estos días y quiera más de lo mismo, puede estar tranquilo, ya que la campaña de las generales nos espera a la vuelta de la esquina.