A veces, cuando va a haber tormenta, ya sabes, hacia el atardecer, en alguna época del año como esta, por ejemplo, con mucho bochorno, sobre todo si hay problemas por los desagües de la zona, sube un tufo de tuberías atascadas que me recuerda a la infancia. Resulta hasta entrañable. Me entiendes, ¿no? Seguro que sí. Al fin y al cabo todas las infancias, por muy bonita que haya sido la tuya, emiten un husmo sofocante parecido: muy difícil de olvidar. Pero bueno, se abre el telón y se ve la terraza del Torino, un día más. Y en ella, sentados, Lucho y yo. La vieja escena. Y dado que el lunes es parco de por sí, le pregunto: ¿Qué hizo el Osasuna? Y Lucho, que es muy osasunista, claro, me dice que la liga se acabó hace bastante, pero que lo último ha sido lo de la alcaldía. Y yo: ¿Qué alcaldía? Y él: La de Pamplona.

Y como veo que pone cara de payaso y sonríe con la boca abierta como un caballo, le pregunto: Y ¿qué ha pasado, pues? Y dice: Pues lo que tenía que pasar, que ha ganado la UPN, eso es lo que ha pasado. Y acto seguido suelta un relincho. Yo ya me lo olía, así que me jugué una cena con una pardilla y he ganado, añade asintiendo como la mula Francis. No obstante, por consiguiente, hago un inciso para recordar que mi buen amigo Lucho es un hombre honrado, aunque un poco de la UPN. Sin más. Así que ahora está contento porque dice que él ya sabía lo que iba a pasar. Por pura dinámica de grupos, dice. Que somos y actuamos como niños en el patio de la escuela, dice. Y entonces yo le digo lo que he dicho antes: todo eso del olor a mierda antigua que sube de la infancia en días de bochorno. Y así va pasando la vida, claro. Ahora bien, el bochorno va a más, esa es la cuestión. Están avisándolo hasta en los telediarios. Bochorno por el día y fuertes tormentas por la tarde. Algunas con granizo, puntualiza Lucho. Y a continuación se pone a mover las orejas como un burro de feria, un talento que posee y exhibe a menudo.