Tengo un amigo que, si salíamos de rumba, lo confundía la noche y se extraviaba él solo de bar en bar, al día siguiente lejos de disculparse protestaba: “¡Os perdisteis vosotros!”. Daba igual que fuéramos nueve y él ni su sombra, así se sentía y así se convencía. No es el único. Recordemos la vieja historia del diario inglés que, informando sobre el tiempo, llevó a portada este titular: “Fog in the Chanel. Continent cut off”.

Tales cosas me vienen a la mente al oír a algunos defensores de Irene Montero, entre ellos un círculo numantino cuya adhesión navega ya entre la fe y el terraplanismo. No me refiero, claro está, a los que critican con justicia el acoso a una familia, sino a quienes reducen el amplísimo rechazo a su figura al simple hecho de que es mujer, feminista y de izquierdas. ¿De verdad se creen esa milonga? ¿En serio piensan que esa es la razón de su escasa popularidad? ¿No hay ninguna otra causa, y causa de peso, que aclare tamaña desafección?

Sólo un sectario, o alguien que viva de ello, olvidaría un dato tan básico como que, siendo aquella la ministra menos valorada, la más valorada es precisamente otra mujer, feminista y de izquierdas. ¿Cómo se explica eso, porque es rubia? ¿Porque el profesor, o sea los medios, a una le tienen manía y a otra pelota? Por si acaso los irreductibles siempre cuentan con el comodín de la pureza, que no, que la gallega en realidad no es feminista ni de izquierdas. Mujer, por ahora, sí le dejan ser. Vamos, que hay marejada en el Atlántico y quien se va quedando aislada es la pobre Portugal, no las Islas Azores. Qué haría la España trabajadora sin la magnánima Perejil.