Compañeros mejor informados y formados de este medio como Javier Saldise, Tomás de la Ossa, Javi Leoné, Enrique Conde, Félix Monreal, Javi Gómez o Sagrario Zabaleta entre otros han escrito en días pasados acerca de la situación delirante que vive Osasuna con la temporal decisión de la UEFA de apartar al equipo por unos hechos sucedidos hace casi 10 años, hechos por los que nadie había avisado al club navarro ni desde Europa ni desde la Liga de Fútbol Profesional o la Federación Española de Fútbol que podían suponer la no clasificación real para la competición cuya clasificación se ha ganado esta temporada en el campo.
Osasuna, víctima de otra guerra
Básicamente, todos apoyan la reacción del club, contundente y clara, y la apelación a los organismos que se estimen oportunos, al tiempo que lamentan que precisamente la directiva que denunció lo cometido sea la pagana de esos actos que denunció. Yo, coincidiendo con algunos de ellos, voy al hecho de que ahora mismo, tal vez desde el mismo instante en el que hace ya casi 4 semanas se conoció la posible eliminación, tengo pocas o ninguna gana de que mi escudo, al menos el que siento como propio aunque no sea socio hoy día, se pasee por una competición organizada y gestionada por esta peña. Prefiero jugar la Copa Corleone, la verdad.
La Federación dice que fue LaLiga la que informó a la UEFA en 2015 sobre el caso Osasuna
Sé que esto no es precisamente inteligente y más bien tirando a una pataleta infantil, pero es lo que te pide el cuerpo si analizas que este organismo y –varios cercanos, que supuestamente están para echarte una mano amiga– se rigen por baremos que nada tienen que ver con la limpieza deportiva o institucional, puesto que cualquiera con dos dedos de frente y que se quiera estudiar mínimamente el caso comprende que el Osasuna de ahora y el de hace 10, 15 o 20 años es otro. No sé, recuerdo la ilusión desbordante de jugar la UEFA en el 85. A mí me han quitado toda la que tenía tras ganar al Girona.