No sé si me estaré volviendo loco, pero yo ahí veo un toro, dice Lucho. Lo dice señalando con el mentón a una nube que pasa. Por el cielo, claro. Y sí, puede que tenga una forma parecida a la de un toro. O a la de una vaca, supongo. De todas formas, dejando a un lado los toros y las vacas, aquí, de lo que habría que hablar, es del fútbol. Porque se habla mucho de fútbol, pero se habla poco del fútbol, no sé si me explico, le digo. Y me dice: Fútbol es fútbol. Y se queda tan pancho. Le voy a llamar Lucho el pancho. Y sí, vale, de acuerdo, le digo: fútbol es fútbol, en eso tienes razón. No puede no serlo. Ahora bien, el tiempo pasa, yo solo digo eso. Y las cosas cambian. No pueden no cambiar. Y lo que antes te parecía normal ya no lo es.

Ya no dices los chistes que antes decías. De hecho, yo creo que ni siquiera puedes pensar lo que pensabas antes. Porque te has corregido poco a poco. Aunque no te hayas dado cuenta. Y si no te has corregido, lo siento. El otro día, estuvieron aquí los reyes de España y yo ni me enteré. Hace no tanto, eso habría sido imposible. Iba paseando y vi policías por la zona de Mercaderes. Pero estaban muy relajados. Oí que alguien comentaba: han venido los reyes. Pero a nadie le importó nada. Al parecer se asomaron a un balcón y punto. Me imagino que irían cuatro gatos a aplaudir. Y en seguida se fueron corriendo. Antes, cuando venían los reyes, se les daba mucha importancia. Se montaban ceremonias y se les servían los productos autóctonos en la mejor vajilla.

Incluso las reacciones contrarias que generaban contribuían a magnificar el evento. Ahora ya nadie quiere eso. Hasta se podría llegar a pensar que preferirían pasar inadvertidos. La gestualidad la reducen al mínimo. Y dicen solo lo indispensable. Saben que todo se graba y ese es el peligro. Estamos siendo quemados por las cámaras, le digo a Lucho. Ahora el lujo va a ser que no te vean, dice él.