Es sabido que en esta Liga de Tebas impera la desigualdad. Desigualdad deportiva, desigualdad en el reparto de los derechos televisivos, desigualdad arbitral y desigualdad en la aplicación de la justicia deportiva. Todo al amparo de pufos contables y endeudamiento encubierto. Transcurridos siete partidos de esta temporada 2023-2024 ya nos han tangado la posibilidad de sumar puntos al menos con el Barcelona y con el Atlético de Madrid. Y el Madrid asoma ya en el horizonte. Ya sé que la queja arbitral no puede ser una excusa para ocultar errores propios de Osasuna en el campo, pero en ninguno de esos dos partidos ha sido el caso. Si Osasuna no logró más es porque decisiones arbitrales injustas y erróneas se lo impidieron. Los siete puntos que suma hoy Osasuna serían otros y el lugar en la clasificación, también. Ése es un daño objetivo del que nadie es ni será responsable. Seguirán ahí cobrando opíparamente pese a estos desaguisados.

Al tal Munuera Montero y al del VAR sólo les faltó pelearse por empujarla. Pero eso da igual. Es la norma en esta competición. Y si Osasuna se queja, los expedientes –ya le pasó hace casi tres años a Sabalza–, los partidos de castigo y más multas. Y los arbitrajes con un insoportable tufo a venganza. No solo te asaltan el juego y el resultado con unas decisiones escandalosas, sino que estás obligado a callarte porque, como denunciaba el jueves Jagoba Arrasate, la libertad de expresión está penalizada. Es lógico que en la mente oscura de un ultraderechista confeso y propagandista como Tebas, las libertades sean un elemento a eliminar, pero no acabo de entender porque todos los clubes que pagan suculentos ingresos al tipo este tragan con ello. Aún así hay otra vara de medir en esto también y perseguir la libertad de expresión no se aplica igual a todos. Basta seguir cada semana como Florentino Pérez, Gil Marin o Laporta largan críticas, cuando no amenazas, si los arbitrajes o el resultado no les ha gustado. Y cuando no lo hacen directamente, envían a la corte de periodistas bien pagados que tienen a su servicio.

Los árbitros no son infalibles y se equivocan como cualquiera que toma decisiones. Es incuestionable eso. El problema es que en muchas ocasiones, cada año más, es muy difícil creer que esos errores no tengan detrás un impulso intencional. El mismo jueves del partido contra el Atlético de Madrid, la Guardia Civil irrumpía en las oficinas de la Comisión de Arbitraje de la Federación Española de Fútbol a la búsqueda de documentación sobre el caso Negreira de supuesta corrupción arbitral que ya ha sentado al Barcelona en el banquillo de los imputados. Quizá por todas esas sombras, Tebas ha convertido la Liga en un símbolo de la vuelta a la censura, de la eliminación del derecho a la información y la libertad de prensa y de expresión. La Liga de Tebas y la Federación Española de Fútbol de la mano, hasta ahora con Rubiales y su cuadrilla, son una combinación explosiva de la que no puede salir nada bueno. Ya sé que es inútil el lloriqueo tras un atraco más, pero me aferro a mi derecho a la protesta y a la satisfacción de mandarlos a la mierda, porque como decía aita, los rojos estamos con Osasuna en todas, buenas, regulares y malas. Osasuna estaba antes, está ahora y estará después de estos tipos. Este año a Osasuna le toca trabajar fútbol de verdad. Mucho. Goazen gorriak!