Aunque el viento sople de galerna, todo va a ir bien, dicen en el PSOE. Y es que a los socialistas se les ve tan seguros de que esto está hecho como a los feijotarras cuando pensaban que ganaban de calle el 23J.

Es la hora de Sánchez y la Moncloa se ha convertido en un retiro de resilientes que arrancan la mañana con: “Nunca te des por vencido ni entregues al enemigo tu derrota”. Y no será por falta de enemigos. Dentro del propio PSOE hay “judas” que hacen cola para liquidar el sanchismo. Tampoco faltan los Page, los Guerra y los González de prosa eyaculatoria y navaja toledana en ristre. Ahí están también los independentistas de distinto voltaje tensando al máximo la cuerda de la historia. Pero todo va a ir bien, dicen. Porque en el PSOE son especialistas en domesticar la incertidumbre del futuro. Como si Sánchez manejara un algoritmo capaz de detectar todas las variables del problema. Incluso nuestra presidenta Chivite padece de este optimismo mórbido. Ya ven, nada más terminar el recuento electoral del 23J ya estaba vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Y ahí está. Porque su optimismo viaja la velocidad de la luz.

Así que si nadie duda de que esto va a salir bien, habrá que preguntarse el precio de esta jugada maestra. De tanta magia. Y no, lo grave no será ni la amnistía ni el referéndum que exige el independentismo, elementos de negociación absolutamente lícitos y democráticos. Lo grave es ir con el freno de mano echado frente a la amenaza de la derecha.

Y es que para el socialismo, la negociación con los independentistas, vascos y catalanes, se juega a una carta: levantar un muro ante el totalitarismo. Y sí, esto es imprescindible. Pero a medio plazo esta estrategia lleva a frenar la activación de políticas sociales transformadoras y otros debates estructurales de calado real. Y entonces las verdaderas cosas no irán tan bien.