El informe PISA viene midiendo desde hace veinte años el rendimiento académico de los chavales de 4º de la ESO de más de 80 países. Los últimos resultados de 2022 dicen que mientras que los países asiáticos obtienen notable mejoría en materias como Lectura y Matemáticas, muchos países europeos se han quedado muy atrás, en un contexto mundial de caída de rendimiento sin precedentes tras la pandemia. Me llama la atención Japón, con un 23% de alumnos brillantes frente a un 12% de estudiantes que suspende. Justo al revés que nuestras estadísticas. ¿Qué pasa con los orientales? ¿Mayor disciplina y trabajo en equipo? ¿Otra cultura y valores, con mayor respeto hacia el otro? ¿Más pedagogía del conocimiento en detrimento de la educación emocional? ¿Más clases particulares? ¿Profesores más motivados y padres más exigentes?

Los expertos hablan de otros factores de este declive más allá de la distancia con las aulas que supuso la pandemia como es el abuso de los teléfonos móviles y de las pantallas en las escuelas –cuyo uso, por cierto, recomiendan limitar– o la menor implicación de los padres. También de una mayor “insatisfacción” entre los adolescentes. Tema complejo pero que quizás nos deba hacer reflexionar como sociedad sobre el nivel de exigencia que tenemos hacia ellos. No todo es conocimiento, con tecnologías que evitan memorizar contenidos, pero quizás nos hayamos pasado de frenada quitando libros de las aulas y tareas de casa, y falta educar más en el esfuerzo y más inversión en educación. O nos falta tiempo a los mayores para apoyar a quienes necesitan interactuar en un mundo digital que les aísla demasiado.