Son lógicas las quejas de la ciudadanía de Estella y comarca al hilo de la supresión temporal del servicio de maternidad. Aunque desde Salud hayan insistido en que es una situación coyuntural que se va a solucionar con celeridad habida cuenta de que se tratan de bajas laborales de, algunas, rápida resolución, no es menos cierto que están en su perfecto derecho de afear la planificación y destacar el desamparo por corto en el tiempo que vaya a ser.

En una comunidad rica, que se jacta de ingresar millones y millones de euros de más en impuestos, que se jacta de su calidad de vida, situaciones así no deberían ser posibles. Pero, desgraciadamente, lo son. Y, como lo son, lo primero y más crucial es solucionarlas, pero lo segundo y no menos importante es darnos cuenta de lo mucho que nos hemos acostumbrado a lo que tenemos y lo básico que es pelear para que lo que tenemos lo sigamos teniendo. Y esto es una labor de todos.

Me refiero a que una parturienta de Abaurrea Alta o de Isaba o de Burgi sabe de sobra qué clase de zozobra viven ahora en Estella, de la misma manera que saben de sobra los mayores y no tanto qué supone no tener un centro de salud a la puerta de casa o del mismo modo que los padres y madres de muchas zonas de montaña o ni siquiera montaña saben de la inquietud que significa tener que montar a sus hijos en autobuses cada día para ir a un instituto o muchos de ellos tener que mandarlos a Pamplona con 11 o 12 años.

Los que vivimos en núcleos ciudadanos grandes somos unos privilegiados en muchos aspectos con respecto a los que viven en zonas más pequeñas y dispersas y si, con razón, nos manifestamos cuando nos rebajan los servicios hay que ser empáticos también con las reivindicaciones ajenas, a las que muchas veces miramos como las vacas al tren. La salud es un bien global y la tierra es la misma. Peleemos por ella y por igual en cada metro cuadrado.