Los tiempos en política son diferentes. Distintos para quien gobierna que para quien aspira a hacerlo. No siempre el que espera desespera sino que al contrario. Como bien decía Saramago, en política como en la vida, siempre se acaba llegando a donde nos esperan. Y eso es en parte lo que ha pasado en Iruña. Una vez que las urnas hablaron en las elecciones de mayo, con una clara mayoría de las fuerzas progresistas, todo ha sido cuestión de esperar, y que el tiempo político, que no es el mismo del resto, fuera favorable. No tener prisa. Pero tampoco esperar demasiado alargando un bloqueo municipal sin sentido. No es fácil a veces que la ciudadanía entienda y comparta ese ritmo. Geroa Bai y Contigo Zurekin ya se habían posicionado por un ayuntamiento progresista desde el primer momento. Lo entendible hubiera sido en el caso de Pamplona que desde el mismo junio Asiron fuera alcalde con el apoyo también del PSN, es decir con el mismo acuerdo a cuatro que ahora sí le permitirá lograr la alcaldía.

Nada ha cambiado en la política de EH Bildu ni en la del PSN desde entonces, excepto la figura de la candidata socialista a la alcaldía ahora ministra, más allá de la necesidad del uno del otro y del dialogo, ya no oculto, entre ambos para conseguir acuerdos que permitan la gobernabilidad y la estabilidad. Pero vista la reacción que ha generado la noticia de la moción de censura, es claro que el PSOE no podía permitirse, en términos de coste electoral y desgaste político, todo esto antes de la reelección de Pedro Sánchez. Y le ha acabado saliendo bien. Y Pamplona, que es lo que importa más allá de tácticas y tiempos, esta vez sale ganando. Navarra es casi una isla en medio del mar de la derecha, un reducto donde la fórmula de la suma del voto progresista y de izquierda va funcionando para conseguir gobiernos y ayuntamientos en los que el acuerdo entre diferentes sea lo que marque las pautas. La pluralidad de Navarra ha sido siempre una de las señas de su identidad, y gestionarla es un reto para quienes gobiernan. Pluralidad que se ve clara en los resultados electorales y que exige a las y los políticos altura de miras para ver más allá de sus siglas y trabajar por la convivencia. Mayorías que respeten a minorías. A nadie le gusta perder, y menos que te quiten lo que creías que era “tuyo”, pero hay que saber encajar la derrota. UPN ya perdió en las urnas a pesar de ser primera fuerza, pero en clara minoría.

Porque en política también eso es diferente y no siempre los que ganan son los primeros en votos, sino los que consiguen más apoyos. Eso es también la democracia y el sistema representativo. La moción de censura estaba en el aire desde hace tiempo y todo ha sido cuestión de esperar. Pero lo que era inesperado era la virulenta reacción de la derecha navarra con UPN a la cabeza, sacando lo peor de sí mismos, sin aceptar las reglas del juego democrático, saltándose los límites de la crítica política, insultando y despreciando a una gran parte de la sociedad navarra y lo que es peor, poniendo en riesgo la frágil convivencia de esta Navarra plural que unos y otros dicen defender y que tanto tiempo ha costado reconstruir. Una convivencia que exige respeto y diálogo entre diferentes, no confrontación ni crispación. En las instituciones y en las calles.