No sé cuanto les durará a Esparza y sus más afines el cabreo en el que se han instalado tras la moción de censura en Pamplona, pero es sabido que esas situaciones de enfado se pasan mejor en casa con una tila. El discurso oficial de UPN se limita ya al paseo semanal del cadáver de ETA por las instituciones y la acumulación cansina de descalificativos e insultos, principalmente contra el PSN, como únicas propuestas a la política y a la sociedad navarras. Poco bagaje y menos recorrido. Ni el cadáver de ETA va a resucitar por mucho que se le cite ni la suma de sinónimos insultantes va a cambiar la correlación de fuerzas democrática y legítima que ahora es mayoritaria en Navarra.

Quizá lo peor de la situación es ver la autosatisfacción con la que la parlamentaria Marta Álvarez expuso uno tras otros 12 términos con pretensión acusadora y ofensiva en el Pleno del Parlamente del jueves. Daba la sensación de estar convencida de que su pobre intervención merecía pasar a los anales del parlamentarismo navarro. Nada más lejos de la realidad. No aportó nada relevante políticamente y menos todavía nada que tuviera la más mínima conexión con los intereses, problemas y necesidades de las navarras y navarros. Es inevitable vincular este camino, sin sentido de la realidad alguno, con la celebración del próximo congreso de UPN en primavera y la pretensión de Esparza de continuar en el poder al frente del partido pese a los recelos que esa posibilidad genera en sectores internos de la organización. Ya lo dejé entrever antes, pero hay una estrategia de prietas las filas como leiv motiv de este sarao continuado de exabruptos y excesos verbales que está protagonizando Esparza como fórmula mágica para mantener el control de UPN. Pero la realidad es otra. Tanto internamente, con los grupos municipales negándose a abandonar la Federación de Municipios como ordenó Esparza o a no negociar los presupuestos de aquellas alcaldías donde no tienen mayoría absoluta como Egüés, Barañáin o Estella-Lizarra con los grupos de la oposición.

Es inevitable para el actual presidente de UPN afrontar un balance de su gestión tras casi 10 al frente del partido. Y a la vista de los hechos objetivos de esa trayectoria los fracasos son muy superiores a los éxitos, si es que ha habido alguno para UPN desde que perdiera el poder en 2015. Como también externamente. El planteamiento de la crispación permanente de la política foral no tiene calado real en la sociedad navarra ni tampoco va a cambiar la actual correlación de fuerzas en las instituciones.

Tanto el Gobierno de Navarra como el Ayuntamiento de Pamplona tienen amplias mayorías democráticas en el Parlamento y en el Pleno para garantizar durante los tres años y medio que restan de Legislatura su estabilidad su capacidad de tomar decisiones. Si UPN se mantiene enrocado en esta estrategia de la nada política serán tres años y medios perdidos para el proyecto. Resulta aburrido y no gana nada. Una oposición inútil que dará como consecuencia unos resultados electoralmente equiparables a esa inutilidad de la que esta haciendo gala como propuesta política para Navarra. Una buena tila a tiempo es también un buen momento para reflexionar sobre la ubicación social y política del proyecto y repensar la estrategia a seguir. Luego será tarde con la tila ya fría.