La muerte persigue a quienes desafían a Vladímir Putin. Y la parca rusa corre rápida y sigilosa cuando, a las órdenes del Kremlin, debe eliminar a disidentes, críticos, desertores, mercenarios o altos cargos que rechazan el orden vigilado. En el tambor de la pistola de los agentes que trabajan para el gobierno siempre hay una bala con un nombre grabado: nadie señalado escapa a la trágica ruleta. Dos casos recientes han vuelto a alarmar a la opinión pública: la extraña muerte del abogado y político Alekséi Navalni y el asesinato de Maxim Kuzminov, un desertor que se pasó a las filas ucranianas. Las peticiones de la madre y la esposa de Navalni para recuperar el cadáver no han encontrado respuesta; por contra, el gobierno sigue reprimiendo las manifestaciones que denuncian la autoría intelectual de Putin y haciendo desaparecer de la calle las muestras de condolencia y reprobación por el desaparecido opositor. Navalni, que fue encarcelado en una prisión próxima al Ártico, ni es el primer eliminado ni será el último. Ni quienes han sido estrechos colaboradores de Putin y tejen un cerco de seguridad a su alrededor están a salvo. Un personaje tan peligroso como Yevgueni Prigozhin, líder del Grupo Wagner y acostumbrado a la guerra sucia, falleció en un ataque a su avión hace pocos meses después de amenazar con llevar sus tropas de mercenarios sobre Moscú. Pagó la fanfarronada con su vida.

Pero no hay que irse tan lejos. La pasada semana fue localizado y asesinado en Alicante un desertor que huyó del campo de guerra ruso al ucraniano con un helicóptero. “Era un traidor”, se ha justificado el jefe del espionaje ruso. Los hombres de Putin no entienden de fronteras cuando se trata de ajustar cuentas, al más puro estilo de las mafias rusas que han encontrado acomodo en diferentes puntos de la costa mediterránea española. En este escenario global, los tentáculos de Putin lo mismo aparecen tratando de alterar las elecciones de Estados Unidos que desatan sospechas sobre su injerencia en el momento político que vive Catalunya.

El próximo mes de marzo Rusia celebra elecciones presidenciales. No parece que haya candidato que pueda desplazar a Putin pese a que siga desangrando al país en el frente bélico abierto en Ucrania hace ya dos años. Y si algo falla, siempre hay una bala en la recámara.